Los animales de experimentación siguen siendo necesarios en investigación científica y, en menor medida, en docencia. Si bien es cierto que cada vez disponemos de más métodos alternativos que nos permiten paulatinamente dejar de usar animales para determinados experimentos o procedimientos siguiendo los dictados de nuestra legislación europea y nacional (como podemos comprobar en la página web de EURL-ECVAM, European Union Reference Laboratory for alternatives to animal testing) todavía existen otros experimentos para los cuales todavía no tenemos alternativas (como la validación de nuevas terapias, nuevos medicamentos o nuevas vacunas, por ejemplo), y la única opción que tenemos hoy en día, si queremos seguir aumentando nuestro conocimiento y nuestro arsenal de tratamientos para aliviar o curar enfermedades, es seguir usando animales, con responsabilidad, de una forma estrictamente regulada y siguiendo el principio de las 3Rs (Reemplazo, Reducción y Refinamiento), que aseguran el mantenimiento del bienestar animal en todo momento.
Una buena manera de explicar a la sociedad por qué siguen siendo necesarios los animales de experimentación ha sido el lanzamiento de los diferentes acuerdos por la transparencia en experimentación animal que se han ido lanzando en Europa y fuera de ella, empezando por el lanzado desde el Reino Unido en 2014 y siguiendo por el que lanzamos desde la COSCE (Confederación de Sociedades Científicas de España) en España en septiembre de 2016. Y una de las mejores maneras de contribuir a la transparencia en este campo es contar cuántos animales en realidad se usan en nuestro país en investigación y docencia, una tarea de la que me ocupo anualmente a partir de los datos que hace públicos el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), siempre referidos al ejercicio del año anterior. En este blog podéis consultar artículos similares a este, correspondientes a años anteriores: 2017, 2019.
Lo primero que salta a la vista al graficar el número de animales (hasta 2013) o de usos de animales (a partir de 2014, cuando se aplicó la nueva Directiva Europea 2010/63/UE, traspuesta al ordenamiento jurídico español en el Real Decreto 53/2013, de 1 de febrero, que permitía la reutilización de un mismo animal en más de un procedimiento, si el bienestar del animal así lo permitía) es que estamos ante una imagen que muestra claramente un descenso. Ha disminuido de forma considerable el número de animales usados en investigación y docencia, prácticamente a la mitad. Y, de igual manera, han disminuido el número de proyectos autorizados. De los 1.402.290 animales usados en 2009 (el primer año del que el MAPA ofrece datos) hasta los 761.012 usos de animales registrados en 2020 (es una reducción del ~46%). Como en años anteriores, en 2020 la inmensa mayoría de usos de animales son de primer uso (748.730, el 98,4%), y solamente una exigua cantidad representan un segundo uso del mismo animal (12.282, el 1,6%).
El descenso en el uso de animales registrado en 2020 sigue al documentado en años anteriores, pues representa un 9% menos de los animales usados en 2018 y un 7% menos de los animales usados en 2019. Sin embargo tenemos que ser conscientes que el año 2020 ha sido especial en muchos sentidos. Fundamentalmente debido a la pandemia COVID-19, causada por el coronavirus SARS-CoV-2, que paralizó el mundo, y también nuestro país, durante varios meses afectando a todas las actividades, también la investigación científica, durante los meses que estuvimos confinados en nuestros domicilios y, posteriormente, al retornar al trabajo, al imponerse normativas que impedían el desarrollo normal de los experimentos, todos, incluidos los realizados con animales, que, lógicamente, se tuvieron que posponer, retrasar, cancelar o reducir, según los casos. Por lo tanto, una buena parte de la reducción observada en el número de usos de animales en 2020 puede explicarse debido directa o indirectamente a la pandemia. Existen otros elementos que ayudan a la disminución en los usos de animales de experimentación, como el cambio en los protocolos de identificación en ratones, en los que ha dejado de usarse el corte del extremo de la cola para obtener una biopsia de tejido a analizar y esta ha sido substituida por una cantidad mínimo de tejido del cartílago de la oreja derivada del marcado de los animales para su identificación, que no se considera experimentación, lo cual redunda nuevamente en el bienestar animal.
De 817.742 usos de animales en 2019 hemos pasado a 761.012 usos registrados en 2020. ¿Dónde han desaparecido estos 56.730 usos de animales de diferencia entre estos años consecutivos? Pues fundamentalmente en roedores, que son el grupo de animales más utilizado en investigación y docencia, y también en peces, que habitualmente eran el segundo grupo de animales más usados. Hemos pasado de usar 519.540 roedores en 2019 a 479.339 en 2020 (-40.201), e igualmente hemos pasado de usar 141.336 peces en 2019 a 104.448 peces en 2020 (-36.888). Por el contrario ha subido el número de aves (fundamentalmente pollos/gallo/gallina de granja) pasando de 101.452 en 2019 a 135.401 en 2020 (+33.949). En 2020 las aves toman la segunda posición, que tradicionalmente venía siendo ocupada por los peces en años anteriores, y que bajan a la tercera posición en esta última estadística.
Si nos fijamos en la distribución del uso de animales por especies, en este último año 2020, observaremos que la suma de usos en roedores (479.339, 63%), aves (135.401, 18%) y peces (104.448, 14%) acumula la gran parte (719.188, ~95%), la mayoría de usos de animales en investigación y docencia en nuestro país. Y, entre los roedores, un 90% corresponden a ratones, un 8% a ratas y el resto a cobayas, gerbos y otros roedores. El 5% restante se reparte entre muchas otras especies, incluidas aquellas que suscitan la mayor empatía y demandas de protección en la población como son los primates no humanos (macacos, 475, el 0,06%), perros (789, 0,1%) y gatos (779, 0,1%), cuyo número y porcentaje es muy limitado. Es importante recalcar que la mayor parte de animales que se usan en experimentación no son los que habitualmente aparecen en las campañas de los grupos contrarios a la experimentación animal (monos, perros, gatos), cuyo uso, combinado, no llega al 0,3% del total, es decir, menos de 3 de cada 1000 de todos los animales usados en España para investigación y docencia son monos, perros o gatos, o 997 de 1000 corresponden a otras especies, mayoritariamente roedores, aves o peces.
El destino de los animales usados en experimentación animal es fundamentalmente el de investigación, seguido de los usos reglamentarios y, a mucha más distancia, docencia y otros usos. Esta tónica se ha mantenido más o menos inalterable a lo largo de los últimos años, con aproximadamente un 80% de los usos de animales dedicados a investigación científica. En concreto, como puede comprobarse en la gráfica adjunta, en 2020 se destinó el 78% de los usos de animales a la investigación.
Desde la implantación de la Directiva Europea 2010/63/UE se requiere especificar la severidad de cada procedimiento, es decir, los investigadores deben valorar el daño o discomfort que la experimentación causa a los animales, de acuerdo a cuatro categorías que son: leve, moderado, severo o sin recuperación. El RD53/2013 ofrece algunos ejemplos de cada una de estas categorías. Sin recuperación: se realiza una operación quirúrgica importante a un animal bajo anestesia general pero el animal ya no se despierta, procediéndose a su eutanasia cuando acaba el experimento. Leve: la administración de algún medicamento mediante una inyección subcutánea que no provoque cambios significativos en su bienestar animal. Moderado: una operación quirúrgica bajo anestesia general, como la transferencia de embriones al oviducto de hembras de ratón, que requiere cuidados analgésicos y monitorización tras la intervención. Severo: trasplantes de órgano donde es probable que el rechazo del órgano origine angustia o la alteración severa del estado general del animal.
Si observamos los datos correspondientes a 2020, muy similares a los recogidos en años anteriores, la gran mayoría de procedimientos son leves o moderados, que, combinados representan el 85% del total de procedimientos. Solamente un 10% de los procedimientos registrados son severos, y el 5% restante corresponde a procedimientos sin recuperación.
Los datos proporcionados por el MAPA permiten estimar la variación en el uso de animales de cada grupo o especie animal, comparando los usos registrados en 2020 con los que estaban registrados en 2019. La gráfica anterior nos muestra que disminuye el número de usos totales de animales (-6,94%), aunenta el número de reutilizaciones (+43,32%), a pesar que siguen siendo un número muy limitado, desciende el de roedores (-7,74%) y el de peces (-26,10%), pero aumenta el de aves (+33,46%). También disminuye el número de conejos usados (-3,21%) y el de cerdos (-12,08%). De animales grandes de granja se constata un aumento en el número de vacas usado (+87,62%), pero un descenso en el número de cabras (-36,21%), ovejas (-18,22%) y équidos (caballos y burros, -16,37%). En cuanto a las mascotas o animales de compañía se recoge un aumento en el número de gatos (+43,73%), relacionado con el desarrollo de medicamentos de uso veterinario, y una disminución significativa en el número de perros (-46,07%), casi a la mitad de 2019. Los anfibios (ranas, sapos, tritones) son el grupo animal que más aumenta en uso (+381,55%), mientras que tanto reptiles (-75,49%) o cefalópodos (-94,21%) disminuyen fuertemente. Los primates no humanos (esencialmente macacos, +107,42%) doblan el número de animales usados en 2019, debido a la ejecución de proyectos de evaluación de toxicidad para medicamentos humanos requerida por la Unión Europea, como indica el informe del MAPA.
Finalmente reseño el número de animales modificados genéticamente que se han usado en 2020 en investigación y docencia. En su mayoría (69%) no son modificados genéticamente y, cuando lo son, nuevamente la mayoría (24%) no presentan una patología o alteración reseñable del bienestar animal. Y solamente un 7% corresponden a animales modificados genéticamente cuya patología investigada causa alteraciones significativas de su bienestar animal. Las gráficas de años anteriores recogen un comportamiento similar.
Nuevamente, un año más, podemos ofrecer este ejercicio de transparencia en experimentación animal a toda la sociedad, elaborando y analizando los datos oficiales proporcionados por el MAPA. De nuevo los datos recogen unos usos de animales a la baja, aunque probablemente en esta ocasión el efecto de la pandemia sobre este descenso haya sido significativo. A pesar de que esporádicamente aparezcan noticias o vídeos con imágenes de maltrato animal, totalmente condenables e indefendibles, hay que resaltar que no todos los laboratorios somos iguales, que la inmensa mayoría de investigadores usan la experimentación animal solamente cuando es estrictamente necesaria, cuando no hay otros métodos alternativos y como única manera de progresar en el conocimiento de la salud y enfermedad humana y animal que tanto le pedimos a la ciencia y a la medicina desde la sociedad. No nos olvidemos de que si hemos logrado tener vacunas validadas en menos de un año para luchar contra la COVID-19 también ha sido gracias a los animales, gracias a todos los análisis pre-clínicos que se realizaron sobre roedores, hurones y macacos, que permitieron avanzar y progresar hacia los ensayos clínicos en voluntarios y, finalmente, en las vacunas aprobadas.
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