Con independencia de que uno esté a favor o en contra del uso de animales para la experimentación estaremos seguramente de acuerdo que algo esencial es saber cuántos animales se destinan cada año a la experimentación en cada país. Para poder opinar es esencial tener la información correcta y actualizada. Es importante conocer las cifras exactas de utilización de animales en experimentación y otros fines científicos, incluyendo la docencia, para poder comprender la dimensión precisa de esta actividad, que sigue siendo esencial en investigación científica, y que está a la par extraordinariamente regulada.
Efectivamente, de acuerdo a la legislación europea (Directiva 2010/63/UE, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 22 de septiembre) y española (Real Decreto 53/2013, de 1 de febrero) sobre bienestar animal es obligatorio comunicar a la Comisión Europea y publicar anualmente información estadística sobre la utilización de los animales en procedimientos. En nuestro país esta labor la asume el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA), a través de la Dirección General de Producciones y Mercados Agrarios, quienes publican anualmente los usos de animales en experimentación. Estos datos son aportados inicialmente por los usuarios (centros de investigación, universidades, empresas u otras instituciones) a sus respectivas autoridades competentes (en nuestro país, las Comunidades Autónomas), quienes, a su vez, los remiten al MAPAMA para su contabilización y publicación colectiva. En esta página web del MAPAMA es posible encontrar datos estadísticos de utilización de animales en experimentación desde 2009 hasta el año 2016, último año publicado, a finales de 2017.
A partir de los datos hechos públicos por el MAPAMA he preparado unos gráficos (Figura 1 y siguientes), que ilustran este artículo de divulgación, y que también podéis encontrar en la página web que mantengo sobre la iniciativa de transparencia en experimentación animal en nuestro país. Lo primero que salta a la vista es que el número de animales que se emplearon en 2016 en España para experimentación ha disminuido considerablemente en los últimos ocho años (Figura 1). De los 1.403.290 animales usados en 2009 hemos pasado a 917.896, un 34,6% menos, lo cual representa una reducción significativa (usamos ahora más de un tercio de animales menos que los que usábamos hace 8 años), en la línea de los principios generales de Reemplazo, Reducción y Refinamiento (las comúnmente denominadas 3Rs), que iluminan todas las normativas y recomendaciones actuales en bienestar animal. Por ello es relevante señalar que los usuarios de la experimentación animal en nuestro país han hecho esfuerzos considerables para reducir el número de animales empleados a los estrictamente necesarios, optimizando la gestión de las diferentes colonias de animales y los experimentos llevados a cabo. Es cierto que la cifra fue todavía inferior en 2014 (808.827) y que, desde entonces, parece constatarse un cierto aumento (de un 13% desde 2014), aunque todavía es prematuro analizar estas fluctuaciones menores entre años cercanos y sea más informativo apreciar las variaciones significativas, a la baja, observadas entre 2009 y 2016. De hecho, a la vista de la gráfica, la reducción en el uso de animales empezó en 2011 y desde entonces el número de animales usados en experimentación se ha mantenido en cifras similares, alrededor de 800.000-900.000 usos anuales.
En el cálculo de estos números hay que hacer notar una variación en la forma de contabilizarlos. Hasta 2013 se contaban el número de animales empleados (es decir, el número de individuos). A partir de 2014, a raíz de la actualización legislativa producida por la entrada en vigor de la nueva Directiva Europea y su trasposición a las legislaciones nacionales, se contabilizan el número de usos de animales, que no es exactamente lo mismo (aunque las variaciones sean mínimas). Un animal, en especial los de gran tamaño, como un primate no humano, un perro, una oveja o un cerdo, puede usarse en más de un procedimiento experimental, si el animal ha podido recuperarse adecuadamente de su participación en un procedimiento previo, siempre bajo estricta supervisión veterinaria de las alteraciones de bienestar animal que le supone participar en los mismos. El objetivo es propiciar la reutilización de los animales en experimentación, siempre que sea posible, como una medida adicional en aras de reducir el número global de individuos utilizados en experimentación. Por ejemplo, para 2016, el número anual de usos de animales (917.896) se reparte en 909.475 primeros usos (animales solamente utilizados una vez, un 99,1% del total) y apenas 8.511 reutilizaciones (un 0.9% del total). Como se puede observar en la Figura 1, el impacto de esta nueva manera de contabilizar el uso de animales es todavía muy limitado.
Los datos disponibles en el MAPAMA también permiten preguntar cuál es la finalidad o el destino del uso de animales en experimentación en España. Tal y como podemos comprobar en la segunda gráfica (Figura 2) la gran mayoría de usos de animales en nuestro país se destinan a investigación, en un porcentaje, siempre mayoritario, que oscila alrededor del 80% hasta situarse, en 2016, en el 80,7% del total anual de los usos de animales. Y es lógico que así sea, siendo la investigación científica (en particular todas las disciplinas relacionadas con la biomedicina) la principal demandante de animales para acometer los experimentos necesarios para entender cómo funcionan los seres vivos, para investigar sobre las enfermedades que afectan a humanos y al resto de los animales, sobre sus causas y sobre qué hacer para desarrollar terapias que las alivien o curen. Ya en febrero de 2015, la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE), publicó un informe sobre el uso de animales en investigación científica que explicaba al conjunto de la sociedad por qué la mayoría de animales que se emplean en experimentación se destinan a la investigación científica, qué se investiga con ellos y por qué es tan relevante y sigue siendo necesario su uso, que todavía no puede ser reemplazado en su totalidad por métodos alternativos.
Las finalidades minoritarias que siguen al uso de animales en investigación corresponden a usos reglamentarios (un 17,1% en 2016, como por ejemplo: producción y control de calidad de productos e instrumentos de medicina, odontología y veterinaria; evaluaciones de seguridad toxicológica), y en la enseñanza (un 1,3% en 2016, en universidades, en facultades de veterinaria, medicina, biología y otras relacionadas) así como otros usos diversos (un 0,9% en 2016).
Otro de los cambios importantes que aportó la nueva Directiva Europea 2010/63/UE, trasladada luego a las legislaciones nacionales, fue la obligación de asignar un grado de severidad a todo procedimiento (a todo experimento) aplicado sobre animales, usando para ello una escala con cuatro categorías posibles: leve, moderado, severo o sin recuperación. Estos datos no están por lo tanto disponibles antes de 2014. Para 2016 se vuelve a constatar que la gran mayoría (87%) de procedimientos en los que se utilizan animales en España corresponden a un grado de severidad leve (481.776, un 53%) o moderado (311.435, un 34%), en los cuales la alteración del bienestar animal es limitada, y que solamente en un porcentaje limitado (74.548 usos de animales, un 8%) el procedimiento que se aplica tiene la connotación de severo, y en un número menor de casos (50.237, un 5%) se trata de procedimientos sin recuperación (Figura 3). Todos quienes usamos animales de experimentación estamos obligados, por la legislación y por las recomendaciones de bienestar animal, a refinar los métodos para reducir el daño o dolor que directa o indirectamente infligimos a los animales debido a las características del procedimiento experimental usado. Por ejemplo, como en cualquier otra intervención quirúrgica en personas, naturalmente todos los animales operados reciben la anestesia y analgesia necesarias para mitigar el dolor durante y después de la misma.
El RD53/2013 ilustra en su Anexo IX ejemplos de procedimientos considerados como leves (p.e. técnicas no invasivas de diagnóstico por imagen; administración de sustancias por vía subcutánea, intramuscular, intraperitoneal, por sonda gástrica e intravenosa a través de los vasos sanguíneos superficiales), moderados (p.e. cirugía bajo anestesia general y analgesia apropiada; irradiación o quimioterapia con una dosis subletal, o con una dosis que de otro modo sería letal, pero con reconstitución del sistema inmunitario, en estudios de trasplante de médula ósea) o severos (p.e. ensayos de toxicidad en los que la muerte sea el punto final; ensayo de potencia de una vacuna caracterizada por la alteración persistente del estado del animal, enfermedad progresiva que causa la muerte, asociada con dolor, angustia o sufrimiento moderado duradero).
Ya sabemos cuántos animales se usan en España, a qué se destinan y el grado de severidad que conlleva la experimentación realizada sobre ellos. Pero ¿qué tipo de animales se usan en España en experimentación? ¿Cuáles son las especies animales más utilizadas en nuestro país? De nuevo los datos del MAPAMA ofrecen una información pormenorizada de las especies o grupos de animales utilizados en España durante 2016 (Figura 4).
Los roedores, principalmente ratones (539.974), en menor medida ratas (54.895), y en mucha menor medida cobayas (7.223), hámsteres (734) y otros roedores (322), siguen siendo el grupo de animales más utilizado en experimentación con un 65,7% del total (603.148 usos de roedores de un total de 917.896 usos). Tras los roedores encontramos a los peces (168.746, un 18,4%), las aves (92.195, un 10,0%), los conejos (28.035, un 3,1%, que no son roedores sino lagomorfos) y los cerdos (9.434, un 1,0%). El resto de especies y grupos animales están a gran distancia y representan, cada uno de ellos, menos del 1% del total. Por ejemplo, durante 2016 se usaron apenas 888 vacas (bóvidos), 269 cabras, 2.695 ovejas, 91 équidos (caballos, burros y sus cruces), 358 gatos, 1.083 perros y 228 primates no humanos, entre otros.
Adicionalmente se incorpora, desde 2014, también debido a los cambios introducidos por la nueva Directiva Europea 2010/63/UE, al único grupo de animales invertebrados que se considera en las normativas de bienestar animal: los cefalópodos (pulpos, sepias, calamares, …), debido al extraordinario desarrollo de su sistema nervioso y a su capacidad de percibir dolor. En 2016 se usaron 8.444 cefalópodos en España para experimentación (un 0.9% del total).
La evolución del número de animales (o usos de animales, desde 2014) utilizados en experimentación en cada una de las especies o grupos de animales desde 2009 a 2016 ofrece muchos datos interesantes a reseñar (Figura 5). Por ejemplo, el número de roedores empleado en experimentación se redujo considerablemente en 2014 (en un 33%, de 782.200 en 2013 a 526.553 en 2014). El número de primates no humanos (esencialmente macacos cangrejeros y Rhesus) también se han reducido considerablemente desde 2014, pasando de 489 a 228 en 2016. El número de peces se ha reducido considerablemente, mientras que el de aves ha aumentado. Otras especies, como conejos, ovejas, cabras, vacas, cerdos, gatos y perros se han mantenido en cifras similares en los últimos ocho años.
La implementación de la Directiva Europea 2010/63/UE ha podido influir en la manera sobre cómo se realizan estos recuentos estadísticos anuales. Por ejemplo, anteriormente (RD1201/2005, ya derogado) la definición de animal, a los efectos de la legislación de protección del bienestar animal, era la de “cualquier ser vivo vertebrado no humano, incluidas las crías de vida propia o las formas de cría en reproducción, excluidas las formas fetales o embrionarias”, mientras que actualmente la definición actualizada de animal es la de “a) vertebrados no humanos vivos, incluidos: i) las larvas autónomas para su alimentación, y ii) los fetos de mamíferos a partir del último tercio de su desarrollo normal; y b) cefalópodos vivos”. También la definición de procedimiento ha cambiado. Anteriormente (RD1201/2005, ya derogado) se entendía por procedimiento “toda utilización de un animal para los fines establecidos en el artículo 2 que pueda causarle dolor, sufrimiento, angustia o daño prolongados, incluida toda actuación que de manera intencionada o casual pueda dar lugar al nacimiento de un animal en las condiciones anteriormente mencionadas”. Actualmente (RD53/2013) se entiende por procedimiento “la utilización, tanto invasiva como no invasiva, de un animal con fines experimentales u otros fines científicos, cuyos resultados sean predecibles o impredecibles, o con fines educativos siempre que dicha utilización pueda causarle al animal un nivel de dolor, sufrimiento, angustia o daño duradero equivalente o superior al causado por la introducción de una aguja conforme a las buenas prácticas veterinarias”.
El número de animales usados en experimentación puede parecernos normal, excesivo o reducido, según como y con qué lo comparemos. Estos números deben de observarse tanto en sus valores absolutos como relativos. En nuestro informe COSCE de Febrero de 2015 sobre el uso de animales en investigación científica ya alertábamos al respecto. Por ejemplo, usando nuevamente datos del ministerio (MAGRAMA en 2013), si nos fijamos en los cerdos utilizados para experimentación en España en 2013 (9.373 cerdos) y los comparamos con el número de cerdos sacrificados para alimentación (más de 41 millones de cerdos) resulta que por cada cerdo que se destinó a experimentación se consumieron más de 4.400 cerdos para alimentación.
Existen especies animales que suscitan una mayor empatía, como los perros o los primates no humanos, y por ello algunos grupos de nuestra sociedad demandan una mayor protección o la prohibición del uso de perros y primates no humanos en experimentación. Sin embargo, se debe constatar que el uso de perros y de primates no humanos es extremadamente reducido en experimentación (en 2016, 1.083 perros y 228 primates no humanos, sobre un total de 917.896 usos de animales) pero también extraordinariamente relevante y necesario. Por ejemplo, los perros han sido un modelo animal muy útil para el desarrollo de estrategias de terapia génica efectivas para el tratamiento de la diabetes de tipo 1 o para curar enfermedades raras como el síndrome de Sanfilippo. Igualmente, los primates no humanos han sido esenciales para el estudio de muchas alteraciones cerebrales, de la conducta, que nos afectan y para el desarrollo y validación de vacunas como la desarrollada frente al virus Ébola.
La experimentación animal sigue siendo necesaria en biología, biomedicina y veterinaria. No podemos prescindir todavía de ella. Todas las normativas actuales de bienestar animal, de protección de los animales utilizados en experimentación y otros fines científicos, incluyendo la docencia, incorporan un párrafo en la parte introductoria que contiene un deseo o fin último de estas normas. Por ejemplo, el RD53/2013 dice en su introducción “Se marca como objetivo último el total reemplazo de los animales en los procedimientos”. Sin embargo, hoy en día no es posible todavía aplicar métodos alternativos (in silico, mediante simulaciones bioinformáticas, o in vitro, en cultivos celulares) para todos y cada uno de los experimentos e investigaciones científicas (p.e. no es posible investigar sobre un órgano tan complejo como el ojo o la función visual asociada si no es utilizando animales), aunque es obligatorio el uso de estos métodos alternativos cuando existen y han sido validados.
En septiembre de 2016 lanzamos en España, desde la COSCE y con la ayuda de EARA (Asociación Europea de Animales de Experimentación), el Acuerdo de transparencia sobre el uso de animales en experimentación científica. En la actualidad más de 100 instituciones españolas se han adherido a esta propuesta que contiene cuatro compromisos: (1) “Hablar con claridad sobre cuándo, cómo y por qué se usan animales en investigación”; (2) “Proporcionar información adecuada a los medios de comunicación y al público en general sobre las condiciones en las que se realiza la investigación que requiere el uso de modelos animales y los resultados que de ella se obtienen”; (3) “Promover iniciativas que generen un mayor conocimiento y comprensión en la sociedad sobre el uso de animales en investigación científica”; y (4) “«Informar anualmente sobre el progreso y compartir experiencias”. Es en cumplimiento también de este acuerdo por la transparencia en experimentación animal que escribo este artículo, compartiendo y analizando los datos de usos de animales en experimentación en nuestro país, a partir de los datos publicados por el MAPAMA.
El MAPAMA también merece ser destacado en su apuesta por la transparencia en experimentación animal. La publicación del informe sobre usos de animales de experimentación y otros fines científicos, incluyendo la docencia en 2016 mejora muchísimo los informes anteriores, al incorporar los datos presentados de una forma mucho más comprensible e ilustrar el informe con diversas gráficas de producción propia que contribuyen a trasladar información veraz y contrastable al ciudadano interesado.
Sin duda la apuesta por la transparencia empieza por compartir la información disponible. Espero igualmente que tras la lectura de este artículo sea más sencillo responder a la pregunta que lo encabeza: ¿Cuántos animales se usan en España para experimentación?
Este artículo lo publiqué inicialmente en el Cuaderno de Cultura Científica de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco el 5 de enero de 2018.
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