Food evolution

Por Lluis Montoliu, el 20 abril, 2024. Categoría(s): divulgación científica • genética • organismo editado genéticamente • transgénesis
Película «Food evolution» dirigida por Scott Hamilton en 2016

No hay demasiadas películas o documentales que podamos usar, tanto docentes como cualquier otra persona interesada, para entender mejor ciertas polémicas que se han instalado en nuestra sociedad, con diferentes bandos y con sus posturas irreconciliables, frecuentemente producto de la ignorancia sobre los temas de los que se discute. Esto es especialmente cierto en biotecnología, en general, y en la biotecnología vegetal en particular. Si yo digo «plantas transgénicas» rápidamente esta palabra («transgénicas», que es un término científico que se refiere a aquellos organismos portadores de otros genes que se han incorporado desde otros individuos), provoca una respuesta polarizada, de aceptación o rechazo según en qué bando milite cada cual. La transgenia es un proceso que en plantas es algo totalmente natural y que afecta a muchas plantas en el medio ambiente, que han sido infectadas por una bacteria (Agrobacterium tumefaciens) que ha insertado un fragmento de su ADN en el genoma de las células de la planta para fomentar la multiplicación de estas células y de sus componentes, que es de lo que se alimenta la bacteria. Aproximadamente un 6% de todas las plantas de la naturaleza ya son transgénicas, repito, de forma natural. Por eso, cuando en 1983, de forma pionera, la investigadora estadounidense Mary-Dell Chilton, seguido del investigador mexicano Luis Herrera-Estrella en 1984, demostraron que podían emplear esta bacteria para transformar genéticamente plantas de tabaco con genes de su elección no estaban más que reproduciendo en el laboratorio un proceso que lleva seguramente millones de años sucediendo en la naturaleza.

Sin embargo, un avance científico extraordinario tal como la generación de plantas transgénicas, rápidamente fue asociado a supuestos peligros, a temores, a problemas para la salud humana, de animales, de plantas y del medio ambiente en general. Diferentes grupos y organizaciones ecologistas se ocuparon con esmero de sembrar esta desinformación, carente de base científica, que desgraciadamente se implantó profundamente en la sociedad. Aquellos temores han llegado hasta nuestros días, con países o zonas del mundo (como por ejemplo la Unión Europea) en los que no se siguen autorizando nuevas plantas transgénicas para su cultivo (aunque se sigan importando toneladas de las mismas cultivadas en otros países para satisfacer las necesidades de consumo). Nadie quiere comer ni dar de comer a sus hijos alimentos que sean tóxicos, que puedan causar enfermedades. Por lo tanto bastó repetir hasta la saciedad que los productos transgénicos (los organismos modificacos genéticamente, u OMG) eran potencialmente peligrosos para sembrar el miedo y provocar el rechazo de grandes sectores de la sociedad. Aunque todo fuera mentira. Una fenomenal campaña de desinformación y propaganda, muy bien orquestada, que defendía a los productos derivados de alimentos «naturales», también llamados «órganicos» o «ecológicos» frente a los derivados de las plantas modificadas genéticamente, tildados sistemáticamente de peligrosos y tóxicos, para las personas, animales y otras plantas.

Libro: Transgénicos sin miedo, J.M. Mulet, Editorial Destino (2017)

 

Libro: ¿Qué sabemos de…? Cultivos transgénicos, José Pío Beltrán, Editorial CSIC/Catarata (2018)

Todas estas polémicas y despropósitos, pero sobre todo, toda la buena ciencia que hay detrás de todos estos avances que nos han aportado las plantas transgénicas, podéis leerlo en los estupendos artículos que ha escrito José Miguel Mulet, catedrático de biotecnología de la Universidad Politécnica de Valencia, en su blog «Tomates con genes» en esta misma plataforma Naukas, o en su libro «Transgénicos sin miedo» (Editorial Destino, 2017). También en el libro «¿Qué sabemos de…? los cultivos transgénicos» (Editorial CSIC, Catarata, 2018) escrito por José Pío Beltrán, profesor de investigación del CSIC ad honorem y gran experto y divulgador en estos temas.

Por todo lo anterior la película documental «Food evolution» (evolución de la comida), dirigida por Scott Hamilton en 2016 y narrada por Neil DeGrasse Tyson, astrofísico y divulgador, es una rara avis, una pequeña joya cuyo visionado es muy recomendable. Es una película excelente para suscitar debate, para organizar un cine fórum, o para llevar a las aulas, tanto para mostrarla a estudiantes de bachillerato como a sus profesores, o a la población en general. En la película se da voz a las dos partes de la contienda, tanto a los investigadores que usan la evidencia cientifica y el método científico para demostrar la seguridad y utilidad de las plantas transgénicas, como a los activistas, ecologistas y demás personas posicionadas en el bando de los anti-OMG, que usan el miedo, el estómago, y no la razón, para demostrar, sin ningún tipo de evidencia científica, que las plantas transgénicas son tóxicas, peligrosas y deben ser erradicadas de la faz de la tierra, en favor de los alimentos orgánicos, naturales, ecológicos, que son los verdaderos triunfadores de toda esta enorme polémica. En los títulos de crédito, al final de la película, se incluye una celebrada frase que dijo Neil DeGrasse Tyson en 2011, inmejorable, y con la que no podría estar más de acuerdo: «The good thing about science is that it’s true whether or not you believe in it» (Lo bueno de la ciencia es que es verdad con independencia de que tú lo creas o no).

Lo bueno de la ciencia es que es verdad con independencia de que tú lo creas o no. Neil DeGrasse Tyson (2011)

En la película «Food evolution» se relatan diversos casos de bloqueo o prohibición de cultivo de plantas transgénicas, como el caso de la papaya transgénica Rainbow, desarrollada en Hawaii, resistente al virus PRSV, o al maíz, soja u otros cereales y plantas resistentes a plagas de insectos, como el taladro, o a herbicidas, como el denostado glifosato, que resulta ser el menos tóxico, con diferencia, de todos los herbicidas utilizados hasta el momento. En la película se entrevista a varios científicos, que se esfuerzan en llevar el mensaje positivo del uso seguro de las plantas transgénicas. Como la biotecnóloga de la Universidad de California en Davis, Alison Van Eenennaam, que ha sido una de las defensoras más vehementes de la biotecnología y la utilidad y seguridad de las modificaciones genéticas tanto en animales (en favor del salmon AquAdvantage, por ejemplo, o alterando el porcentaje de terneros machos que nacen en una explotación ganadera) como en vegetales, y que fue, en agosto de 2021, la organizadora de una comida transgénica que difícilmente podría haberse celebrado en otro sitio que no fuera California.

También aparece en la película «Food evolution» la falsa polémica generada tras la publicación de un artículo sesgado y falto de integridad científica, que acabó siendo retractado, y que aseguraba, sin evidencias científicas, en ratas que el consumo de glifosato o de maíz resistente al mismo cultivado en presencia de glifosato producía la aparición de tumores, sin explicar que la cepa de ratas que usó desarrolla tumores de forma espontánea en todos los casos tras dos años de vida. Este artículo provocó una respuesta contundente de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Este artículo, aparecido en 2012, y cuya publicación ha sido retirada al no ajustarse a los mínimo estándares científicos que tenemos en la profesión, sigue usándose más de diez años después por los detractores de las plantas transgénicas.

Arroz dorado transgénico comparado con arroz blanco. Fotografía: wikipedia

Otro de los temas que se tratan en «Food evolution«, difícilmente comprensibles que han sufrido las consecuencias del bloqueo y prohibición del cultivo de plantas transgénicas por motivos políticos, ante el rechazo social de una parte de la población, ha sido la oposición al desarrollo y el desaprovechamiento del arroz dorado (Golden rice), que contiene tres genes adicionales que le permiten acumular beta-caroteno en los granos de arroz (de ahí su color dorado), y que es el precursor de la vitamina A, con el objeto de combatir la avitaminosis y posteriores muertes de muchas personas, millones de niños, que solamente se alimentan de arroz. El arroz dorado transgénic fue concebido por los investigadores Ingo Potrykus y Peter Beyer en 1982, aunque su desarrollo no empezó hasta 1992. El primer arroz transgénico dorado se obtuvo en 1999 y fue posteriormente mejorado por la empresa Syngenta, incrementando de forma significativa la cantidad de beta-caroteno que se acumulaba en los granos de arroz. En 2004 los investigadores lo donaron a Filipinas, Bangladesh e Indonesia, pero no ha sido hasta 2021 cuando Filipinas ha empezado a considerar su uso, que está siendo analizado también desde 2023 por Bangladesh, China, Indonesia, India, South Africa, Vietnam. Los injustificados ataques, manifestaciones en contra y sabotajes que sufrió este arroz dorado transgénico son los responsables del retraso del cultivo de un cereal que podría contribuir de forma significativa a reducir la incidencia de avitaminosis y muertes en aquellos países en los que la población solamente se alimenta de arroz.

La película «Food evolution» también se refiere a la famosa carta que en 2016 firmaron 107 investigadores premiados con el Premio Nobel, dirigida a Greenpeace (ahora ya son 167 Premios Nobel) con un sonoro ¡basta!, seguramente propiciada por los ataques que el proyecto del arroz dorado había suscitado, explicando contundentemente que las plantas transgénicas son seguras, sino más seguras que las no transgénicas, que nunca ha habido un solo caso de consecuencias negativas o problemas asociados a las plantas transgénicas, ni para las personas, ni animales, ni plantas, ni para el medio ambiente. Que Greenpeace y otros grupos ecologistas similares han presentado de forma errónea y engañosa los supuestos peligros y problemas asociados al consumo de estas plantas transgénicas, denunciando la destrucción de los campos experimentales donde se desarrollaban estas plantas transgénicas por parte de activistas, indicando que la oposición que se basa en las emociones y los dogmas, contradiciendo los datos, debe deternerse, y concluyendo con «¿Cuánta más gente pobre debe morir antes que consideremos este bloqueo un crimen contra la humanidad?». La Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. también publicó el mismo año, 2016, un detallado informe con conclusiones muy similares, resaltando la seguridad de los cultivos de plantas transgénicas y de nuevo insistiendo en el hecho de que no hay evidencias científicas que apoyen las supuestas consecuencias negativas para la salud humana, animal y del medio ambiente debidas al cultivo y consumo de plantas transgénicas.

En definitiva, en «Food evolution» cualquier espectador puede ver, de forma directa y sin paños calientes los argumentos usados tanto por científicos como por activistas para apoyar el desarrollo u oponerse a la plantas transgénicas, dejando al espectador que tome la postura con la que crea estar más de acuerdo. Obviamente, dado que la película tiene una voluntad pedagógica, se explican con claridad los fundamentos científicos de las plantas científicas, con objeto de comprender la tecnología, algo que no siempre ocurre cuando mucha gente se opone a los avances científicos sin conocerlos. «Food evolution» es una película comercial, no disponible gratuitamente ni visualizable por streaming en España, aunque en EE.UU. y otros países está disponible en Amazon Prime y en AppleTV+. Se pueden adquirir copias para objetivos docentes por una determinada cantidad de dinero, directamente desde la web de la película.



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