Retomo esta serie de artículos que estoy publicando sobre mi experiencia personal con el test genético que realiza la empresa 23andme con esta cuarta y última entrega dedicada a los familiares, a las relaciones de parentesco que se pueden encontrar y establecer entre los diferentes usuarios/clientes de esta empresa, y otras parecidas, tras dedicar el primer artículo a nuestros ancestros, el segundo a los datos genéticos sobre salud y el tercero a las características corporales con base genética.
Como ya comenté en el primer artículo de esta serie, que dedique a los estudios sobre ancestros, las relaciones familiares se ven, viven y mantienen de formas muy distintas a ambos lados del océano Atlántico. Aquí en Europa, principalmente en el sur, en los países mediterráneos, la familia es algo muy importante. Todo el mundo normalmente sabemos a qué familia pertenecemos, quiénes son sus miembros, quiénes han fallecido, quiénes siguen vivos, y también con quiénes nos hablamos y con quiénes no, que eso también es muy nuestro. Pero, generalmente, no solo conocemos a nuestros padres, abuelos, hermanos y sobrinos, tíos y primos, sino que no es raro haber conocido a los bisabuelos (o tener referencia sobre ellos) o, incluso, aunque ya menos probable (a los tatarabuelos), especialmente si tenemos algún abuelo o abuela con buena memoria, fotografías antiguas y ganas de recordar tiempos pasados y compartirlos. Podremos cambiar de ciudad, mudarnos a otro país, pero seguiremos en contacto y haremos lo imposible por vernos una o varias veces al año, especialmente por Navidad.
Pero en los EE.UU. el mantenimiento de los lazos familiares es mucho más laxo. Cuando los estudiantes terminan la enseñanza secundaria lo más normal es intentar acudir a una universidad que no tiene porque ser la del estado de nacimiento. Al contrario, suele ser otra de otro estado, cercano o no, por lo que desde temprana edad los hijos salen del entorno protector familiar y empiezan nuevas vidas a veces a miles de kilómetros de distancia. Tal dispersión y tales distancias no favorece el mantenimiento de los vínculos familiares y, si no se contrarresta con voluntad, fácilmente se pierden o difuminan estos parentescos. Por eso no es de extrañar que empresas como 23andme hayan tenido tanto éxito en EE.UU. con millones de clientes, que esperan poder recontactar, contactar o descubrir a parientes, más o menos lejanos, gracias a los test genéticos que ofrece esta compañía, gracias a comparar unas 650.000 posiciones (variantes genéticas/polimorfirmos/SNPs) de nuestro genoma.
Ya comenté que mi familia entró en el juego de 23andme gracias a mi hija genetista en Suecia, que nos regaló a mi mujer, a mi y a nuestro hijo, los kits de recolección de saliva de 23andme. Por ello, cuando todos obtuvimos los resultados y compartimos nuestras variantes para realizar la búsqueda de familiares (acción que debes realizar voluntariamente) no me sorprendió encontrar, a los pocos días, un mensaje de 23andme en el que me informaban que había dos personas con quienes compartía alrededor del 50% de mis variantes genéticas. Lógico: mi hija y mi hijo. Aquí tenéis la información que, sobre ellos, me presenta la empresa en mi portal personal:
Si miras con atención los dos gráficos anteriores observarás algunas diferencias. ¿Por qué parece que comparto más información genética con mi hija (50%) que con mi hijo (47,6%)? La respuesta está en qué cromosomas usa 23andme para realizar los análisis de parentescos: usa los 22 cromosomas autosómicos y el cromosoma X. No usa el cromosoma Y. Por lo tanto, mi hija, que ha heredado uno de sus dos cromosomas X de mi (el otro lo ha heredado de su madre) tiene las variantes genéticas de este cromosoma X «half-identical» (medio idénticas) a las mías. Por el contrario, mi hijo, que ha heredado el cromosoma Y de mi, mientras que su cromosoma X lo ha heredado de su madre, este no tiene nada que ver con el mío. Por eso su cromosoma X no se parece en nada al mío «not identical» (no idéntico), y por eso, globalmente, el porcentaje de similitud que tengo con mi hija es superior al que tengo con mi hijo. Observarás que hay otros fragmentos de cromosomas sin suficiente información, porque o bien no tienen marcadores polimórficos en esa zona o bien técnicamente no ha sido posible analizarlos. Si 23andme analizara también el cromosoma Y entonces yo compartiría con mi hijo también el 50% de mis variantes.
Así pues, compartimos la mitad de nuestro genoma con nuestros hijos (50%). Con sus hijos (nuestros nietos) compartiremos el 25%. Y con los hijos de nuestros nietos (nuestros bisnietos) compartiremos apenas el 12,5%. De igual forma, compartimos el 50% con nuestros hermanos. También compartimos un 25% con nuestros tíos (o ellos con nosotros, que somos sus sobrinos). Cuando ampliamos las relaciones familiares a los vínculos laterales, por ejemplo a los hijos de nuestros hermanos (sobrinos) o los hermanos de nuestros padres (tíos), o los hijos de los hermanos de nuestros padres (primos hermanos, o primos en primer grado) la cosa se complica un poco más. Te invito a revisar con atención la figura que encabeza este artículo, con un árbol genealógico familiar, y con unos individuos identificados con números, del 1 al 5.
Los primos hermanos (primos de primer grado, hijos de nuestros tíos, los individuos 1 y 2 en la primera figura, comparten abuelos) comparten un 12,5%. Siguiendo con la progresión, con los primos de segundo grado (hijos de nuestros tíos-abuelos, comparten bisabuelos, los individuos 1 y 3, o 2 y 3 en la figura) compartiremos un 3,125% . Los primos de tercer grado (hijos de nuestros tíos-bisabuelos, comparten tatarabuelos, los individuos 1 y 4; 2 y 4; 3 y 4; 4 y 5) compartirán un 0,78%. Los primos de cuarto grado (hijos de nuestros tíos-tatarabuelos, comparten tatara-tatarabuelos, los individuos 1 y 5; 2 y 5; 3 y 5) compartirán un 0,20%. Y finalmente los primos de quinto grado (hijos de nuestros tío-tatara-tatarabuelos, comparten tatara-tatara-tatarabuelos) compartirán un exiguo 0,05%. Este último ya es un porcentaje irrisorio, muy bajo, que supera las diferencias genómicas que existen entre dos personas al azar en la población en general, estimadas en alrededor del 0.1%. En otras palabras, en teoría, prácticamente todo el mundo podríamos ser primos de quinto grado. Dado que los primos de quinto grado comparten los progenitores ancestrales de la anterior generación, esto también quiere decir que cualquiera de nosotros debería ser capaz de encontrar un vínculo familiar que se remonte por lo menos a partir de la sexta generación. Naturalmente, todos estos valores indicados son valores promedio, y pueden variar, dentro de un rango, pues la distribución de los restos de genomas de nuestros ancestros no tiene por qué seguir dividiéndose exactamente entre dos, siempre tiene una importante contribución del azar, existiendo la posibilidad de que algún familiar herede un mayor, o un menor, porcentaje del que le correspondería en promedio. Adicionalmente, los árboles genealógicos a veces no son tan simétricos: los individuos 3 y 5 de la primera figura, que son primos de cuarto grado comparten antepasados, pero son los tátara-tátara-abuelos del individuo 3 y los bisabuelos del individuo 5.
Todo este párrafo anterior es para intentar explicar la sorpresa que tuve cuando recibí por vez primera los resultados de familiares que me mandó 23andme. ¡Nada menos que 728 familiares! Y eso que tanto mi padre como mi padre eran hijos únicos (mi madre tuvo un hermano pequeño, pero murió antes de poder dejar descendencia). Pero, yo pensé: ¿Cómo puede ser que tenga 728 familiares entre los más de 10.000.000 de clientes/usuarios de 23andme? La respuesta me esperaba al presionar el botón «see all relatives» (ver todos los familiares).
Efectivamente, la lista la encabezaban dos parientes cercanos (close relatives), naturalmente mi hija (con su 50,0% en común conmigo), seguida de mi hijo (con su 47,6% en común). Tras mis hijos aparecía, en tercer lugar, una mujer (que no tengo el gusto de conocer) con quien comparto…. el 0,44% de mi genoma (en dos fragmentos del mismo). Es decir, que podría ser mi prima de tercer a quinto grado. Naturalmente lo habréis adivinado, el resto de la lista, hasta completar los 728 «familiares» que el programa localizaba oscilaban entre un 0,40% y 0,13%. Personas muy muy alejadas con quienes comparto algún fragmento de ADN significativo. En otras palabras: 23andme encuentra a mis dos hijos (¡faltaría más que no los encontrara!) pero poco más. Todas las personas adicionales que lista como posibles familiares igual lo son, o no, pero, en el mejor de los casos lo serían de forma extraordinariamente distante, cercana a los primos de quinto grado o inferior, es decir, como la mayoría de la población en general.
¿Dónde viven las personas con quienes comparto algún trozo de mi genoma? 23andme, de forma muy gráfica, nos muestra la distribución geográfica de «mis familiares». Naturalmente la gran mayoría de ellos están en EE.UU. (que es donde están la mayoría de clientes/usuarios de esta empresa), donde ni yo ni nadie de familia somos conscientes de tener ningún familiar… cercano. De los 728 «familiares», dejando a parte a mis hijos, los que podrían tener alguna relación de parentesco conmigo podrían ser los 23 que el programa lista encima de España.
¿Cómo realiza estos análisis 23andme si, en realidad, lo único que tiene son las variantes genéticas de 650.000 posiciones de nuestro genoma? 23andme sabe las coordenadas de cada una de estas 650.000 variantes, sabe en qué cromosoma están y su posición dentro del cromosoma (y la distancia genética que hay entre ellas, medida en centimorgans, cM). Si el programa compara una ristra de variantes que son consecutivas en un cromosoma y resulta que las letras son idénticas a las de la otra persona con quien se está comparando, entonces se revisa si la distancia que cubren las letras que se repiten es de por lo menos 9 cM (1 centimorgan equivale a 1 millón de letras consecutivas del genoma, 1 Mb) y, si es así, se contabiliza como un segmento que comparten esas dos personas. Por eso cuando 23andme te dice que con tal o cual persona compartes 3 segmentos quiere decir que hay 3 ubicaciones en el genoma, en algunos cromosomas, mayores de 9 cM, en las que tenemos las mismas variantes de los polimorfismos considerados.
A los segmentos de ADN que comparten las mismas variantes genéticas se les llama «haplotipos«, también conocidos por su terminología inglesa «identical-by-descent» (IDB, idénticos por descendencia). Aunque es posible que un mismo fragmento de ADN mantenga las mismas variantes genéticas en dos personas debido puramente al azar, lo cierto es que, con una determinada probabilidad, para segmentos de 9 cM (de 9 millones de bases consecutivas) si se descubren las mismas variantes genéticas entonces lo más plausible es que compartan un antepasado común. En este estudio, llevado a cabo por los investigadores de 23andme, se demuestra la importancia de seleccionar fragmentos de por lo menos 9 cM para evitar falsos positivos, personas que compartan fragmentos de ADN debido al azar, y no a compartir un antepasado.
Con mi hija comparto 23 segmentos de ADN (los 22 cromosomas autosómicos y el cromosoma X), que suman un total de 3.718 cM. Con mi hijo comparto 22 segmentos de ADN (solamente los cromosomas autosómicos), que suman menos, un total de 3.538 cM. Y con el resto de personas, hasta los «728 familiares» que detecta 23andme, comparto solamente de 1 a 3 segmentos, definidos como indicaba en el párrafo anterior (de un mínimo de 9 cM cada uno). Realmente, en mi caso, 23andme no me ha servido para encontrar familiares adicionales cercanos. Dejando a un lado a mis dos hijos, con el resto de personas con quienes me relaciona (726) comparto apenas entre un 0,12 y un 0,44 de mi genoma. Tras mis dos hijos, la tercera persona con quien 23andme me relaciona es una mujer con quien comparto el 0,44% de mis polimorfismos en dos fragmentos de ADN.
No obstante, hay que decir que la búsqueda de familiares con este tipo de test genéticos abre nuevas posibilidades. Ya he comentado en el primer artículo la posibilidad de localizar familiares de criminales, de quienes se desconoce todo excepto su ADN, que puede usarse para localizar familiares y, a partir de ellos llegar a identificar y detener el criminal. Otra aplicación de este tipo de test genéticos, que probablemente sea cada vez más solicitada, es la de usar 23andme para localizar tu familia biológica. Si yo soy una persona adoptada puedo querer localizar a mis padres biológicos a través de sus parientes, o, si tengo suerte y ellos también están en 23andme, de forma directa. Las clínicas de infertilidad y los bancos de esperma y óvulos deben ser conscientes que, con la popularización de este tipo de test genéticos, desaparece la privacidad, el anonimato de los donantes de esperma y de óvulos, que pueden ser localizados, directa o indirectamente, a través de sus familiares, con quienes comparten fragmentos de ADN.
Con este cuarto artículo completo este reportaje contando mi experiencia personal como usuario de los test genéticos de la empresa 23andme. ¿He encontrado datos médicos relevantes que no sabía? No. ¿He descubierto características genéticas propias de las que no era consciente? No. ¿He descubierto alguna enfermedad genética de la que debería preocuparme? No. ¿He encontrado familiares, cercanos o distantes, que no conociera (más allá de mis dos hijos)? No. ¿Los análisis de 23andme han descubierto el daltonismo de mi hijo? No. ¿Me he entretenido, tanto yo como mi familia, discutiendo, revisando y analizando de los resultados del test genético? Sí.
En resumen, mientras nos aproximemos a este tipo de test con fines lúdicos, para aprender, recordar o comentar relajadamente algunos datos genéticos nuestros y de nuestros familiares, teniendo en cuenta que nada de lo que obtengamos tiene que ser necesariamente cierto y que cualquier dato, antes de preocuparnos, debe ser confirmado y validado por métodos independientes, puede ser un buen entretenimiento, algo interesante. Pero nunca deberíamos tomar ninguna de las informaciones, conclusiones o indicaciones de este y otros test similares como verdaderos diagnósticos genéticos, pues no lo son.
Estos son los cuatro artículos de esta serie en la que he comentado mi experiencia personal como usuario de 23andme:
- Datos genéticos sobre mis ancestros
- Datos genéticos sobre mi salud
- Datos genéticos sobre mis características corporales
- Datos genéticos sobre mis familiares
NOTA: No tengo ninguna relación comercial con las empresas a las que me refiero en este artículo, más allá de ser uno de los más de 10.000.000 de clientes que ha utilizado sus servicios para obtener información genética sobre su genoma. En este artículo ni aconsejo ni desaconsejo usar estas empresas, simplemente expongo mi opinión a partir de los resultados obtenidos y en función de otros comentarios y artículos publicados sobre este tema. Cada persona es por supuesto libre de decidir si quiere usar los servicios de estas empresas o no, tras leer este y otros muchos artículos similares que existen disponibles sobre esta temática.
De momento estamos haciendo familia y haciendo ciencia.
No son esas dos cosas lo suficientemente grandes? Para mi sí.
En mi caso además he descubierto quienes eran los familiares de mi abuela paterna por lo que he descubierto algo más sobre mi.
He descubierto que el % étnico que se me estima era el que yo sentía (aunque no lo sospechara)….
Es decir sé a ciencia más cierta quien soy y sé que he de fiarme de mi olfato…
Además, claro es, me estoy entreteniendo mucho en el proceso.
Si gasté en todo 50 euros, no se puede pedir ni dar más .
Un saludo.
Elena de Prado Salas.
Gracias Elena, ese es el espíritu y el tono con el que hay que tomarse estos análisis genéticos recreativos. Sirven para entretener, pero no pueden en ningún caso suplir a los estudios genéticos encargados formalmente desde hospitales por profesionales.