Intentando mejorar el sistema actual de las publicaciones científicas: habrá que leerse los artículos

Por Lluis Montoliu, el 15 agosto, 2024. Categoría(s): historia de la ciencia • política científica • sistema científico • tribuna de opinión

Intentando mejorar el sistema actual de las publicaciones científicas: habrá que leerse los artículos

Golden Dayz/Shuttterstock

Lluís Montoliu, Centro Nacional de Biotecnología (CNB – CSIC)

La ciencia que no se cuenta, no cuenta. Esta frase recoge uno de los principales objetivos que perseguimos quienes nos dedicamos a la investigación científica: contar lo que descubrimos, explicar lo que entendemos y lo que no, compartir avances y fracasos. Todo ello lo hacemos a través de las publicaciones científicas, es decir, a través de artículos que aparecen publicados en alguna de las muchas revistas especializadas disponibles.

Para que se publiquen deben pasar el filtro de calidad que representa la evaluación entre pares: la revisión altruista, no remunerada, realizada por otros científicos del campo en cuestión, que no está exenta de problemas. De hecho, cualquier investigador que haya intentado explicar cómo funciona nuestro sistema de publicaciones científicas a personas ajenas al mundo de la investigación se habrá encontrado con caras de asombro, sorpresa, incomprensión y hasta de mofa.

La llamada de la ciencia abierta

Hubo un tiempo en el que los investigadores mandábamos los artículos a las revistas para que, en el mejor de los casos, si tenían la calidad suficiente, se publicaran. Las editoriales basaban su modelo de negocio en la venta de suscripciones a bibliotecas institucionales o a investigadores individuales, que pagaban por acceder a la lectura de dichos artículos (incluso los artículos propios, de los cuales eran autores).

El sistema era claramente muy injusto: todas aquellas instituciones que no podían adquirir la subscripción a las revistas, y los investigadores que tampoco podía hacerlo por su cuenta, quedaban desvalidos, sin posibilidad de seguir de cerca los avances científicos.

Las agencias que financian la investigación con dinero público y las fundaciones filantrópicas llegaron a la conclusión de que el acceso por pago a los artículos iba en contra de la difusión de la ciencia que propugnaban y obligaron a los investigadores a publicar sus resultados en abierto, para hacerlos accesibles a todo el mundo.

El atajo de las editoriales

Fue el inicio de la llamada ciencia abierta, una estupenda iniciativa que, sin embargo, se tornó de nuevo en contra de los investigadores cuando, rápidamente, las editoriales acomodaron su modelo de negocio a las nuevas reglas y trasladaron directamente al investigador el pago de la apertura de sus publicaciones. Es decir, el autor paga ahora por publicar sus resultados en abierto, para que puedan ser leídos por todos los demás, tengan o no tengan subscripciones a la revista.

Varios miles de dólares por publicar

Y de nuevo aparece la injusticia: no todos los investigadores tienen la capacidad de poder abonar las cantidades que las editoriales piden para publicar en abierto. El precio puede llegar a ser de varios miles de dólares, en función de la fama o calidad que se le presupone a la revista, a partir de la magnificación de determinados índices bibliométricos, como el factor de impacto, convertidos en símbolos de excelencia y promovidos por las agencias financiadoras, que se han acostumbrado a catalogar a los investigadores por dónde publican y por el número de publicaciones, y no necesariamente por el contenido de lo que publican.

Las editoriales depredadoras

Una derivada, quizá inesperada, de todo lo anterior fue la aparición de nuevos grupos editoriales y miles de revistas que facilitaban la publicación en abierto de los resultados aportados por los investigadores, con unos filtros de revisión más relajados, pero siempre tras el pago de la correspondiente cuota por publicar en esas revistas, globalmente denominadas como revistas y editoriales depredadoras. Un modelo de negocio imbatible, extraordinariamente lucrativo, con porcentajes de beneficios de dos cifras, superiores a los de cualquier otra empresa de cualquier otro sector.

Descrito así, el paisaje de las publicaciones científicas parece desolador y decepcionante. Los investigadores nos vemos atrapados entre la demanda de las agencias financiadoras de publicar en abierto y la necesidad de abonar cantidades considerables a las revistas para acomodar esa demanda de ciencia abierta.

La estrategia diamante: publicar y leer gratuitamente los avances científicos

¿Existen alternativas a esta situación kafkiana? Afortunadamente, han surgido varias iniciativas para contrarrestar o promover la ciencia abierta de verdad, una que permita publicar resultados revisados por pares de forma gratuita y, a la vez, permita leerlos también gratuitamente. Es la estrategia llamada diamante.

Durante la pandemia de covid-19 se popularizó en las ciencias de la vida y de la salud un sistema de ciencia abierta, iniciado hace años por los físicos, que permite compartir los resultados de una investigación antes de ser evaluados por una revista (o mientras lo están siendo). Son los llamados repositorios de prepublicaciones o pre-prints, como bioRxiv. Los pre-prints permiten acceder a los resultados de un trabajo inmediatamente, sin pago por los autores ni por los lectores. Naturalmente, con la prudencia debida, al tratarse de trabajos todavía no evaluados, pero que sin embargo sí se pueden comentar entre la comunidad científica. Estas publicaciones determinan la fecha de prioridad de hallazgos y descubrimientos.

Otras soluciones pasan por la publicación en revistas financiadas por las propias instituciones (sociedades científicas, instituciones de investigación, agencias que financian las investigaciones…). Aquí de nuevo se trataría de repositorios o revistas institucionales en las que los autores podrían publicar, tras la revisión por pares, sin abonar ninguna tasa y cuyos artículos podrían leerse igualmente sin mediar ningún pago.

Revistas financiadas por instituciones sin tasas

La Comisión Europea lanzó la revista Open Research Europe precisamente con estas premisas, para facilitar la publicación de los resultados de proyectos financiados por la propia Comisión, de los programas Horizon 2020, Horizon Europe o ERC, entre otros.

En España, el CSIC, a través de DIGITAL.CSIC, ha lanzado una revista de psicología experimental cuyos costes de publicación son sufragados por la sociedad científica que promueve esta revista y por el propio repositorio institucional.

Y en la misma línea, un grupo de filósofos, hartos de luchar contra los grandes grupos editoriales, han promovido una revista abierta, Open Library of Humanities, soportada por diversas instituciones, en la que no hay que pagar para publicar ni para leer los artículos.

El éxito de estas y otras iniciativas de ciencia abierta de verdad, con estrategia diamante, dependerá de la credibilidad que les demos desde la comunidad científica y, sobre todo, del crédito que les otorguen las agencias que financian la investigación.

Acuerdo por la reforma de la evaluación de la actividad investigadora

El acuerdo por la reforma de la evaluación de la actividad investigadora, promovido por Science Europe y apoyado por la Comisión Europea, publicado en julio de 2022, pretende superar el sistema actual de evaluación de la ciencia, esencialmente cautivo de las métricas bibliográficas que identifican las revistas, como los factores de impacto.

Para lograrlo propone evaluar el impacto de los resultados de la investigación de forma más amplia, aplicando criterios no solo cuantitativos sino también cualitativos. Y recoge iniciativas anteriores como DORA y el manifiesto de Leiden.

Si prospera, para evaluar un artículo científico ya no bastará con saber en qué revista ha sido publicado: habrá que leerse el artículo para apreciar el impacto de la investigación que describe. Habrá que leerse el artículo. Quédense con esta idea.The Conversation

Lluís Montoliu, Investigador científico del CSIC, Centro Nacional de Biotecnología (CNB – CSIC)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.



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