Solo el 5 % de las terapias estudiadas en animales llega a aprobarse para su uso en humanos

Por Lluis Montoliu, el 22 junio, 2024. Categoría(s): bioética • ética • experimentación animal • genética • terapia génica • terapias experimentales • tribuna de opinión ✎ 1
Ratones de laboratorio con distinta pigmentación usados en la investigación sobre albinismo. Fotografía: Lluís Montoliu

Periódicamente aparecen estudios que pretenden aportar nuevos datos a la eterna pregunta de si los animales sirven o no para el desarrollo de terapias que puedan ser efectivas después en personas. Hay estudios para todos los gustos. Se publican estudios que indican que la transferencia de resultados de animales a humanos es impredecible, comparable o totalmente diferente.

En el momento actual, con grupos pujantes en la población contrarios a la experimentación animal, que sistemáticamente acuden a las instituciones comunitarias para intentar conseguir la prohibición de estas prácticas, este tipo de estudios encaminados a descifrar la utilidad de los experimentos con animales para la obtención de tratamientos eficaces en humanos ha ganado un nuevo e inusitado interés, especialmente cuando los resultados que se obtienen son negativos y, por lo tanto, favorables a quienes se oponen a seguir usando animales en la investigación biomédica.

Debemos recordar que la Directiva 2010/63/EU, de la cual se derivan todas las legislaciones nacionales europeas de protección de animales usados en investigación y docencia, ya anticipa que el fin último de la norma es terminar con la experimentación animal, pero añade, cuando esto sea científicamente posible. Y todavía no estamos en esta situación. Todavía necesitamos pasar por análisis preclínicos en modelos animales para propuestas terapéuticas que persigan nuevos tratamientos, que queremos que sean seguros y eficaces. Seguridad y eficacia que primero se evalúan en animales antes de poder analizarse en los ensayos clínicos consiguientes. No es una casualidad que la gran mayoría de premios Nobel en Medicina o Fisiología se hayan conseguido gracias a la experimentación con animales.

También debemos tener en cuenta que nosotros no somos indistinguibles del resto de animales, que cada modelo animal tiene sus ventajas e inconvenientes en los estudios biomédicos. Nos son muy útiles la mayoría de las veces, pero existen diferencias fisiológicas y metabólicas para las que se recomienda prudencia a la hora de comparar y extraer conclusiones de las respuestas obtenidas en modelos animales y en humanos. Por ejemplo, el chocolate es tolerado por los humanos sin problemas, pero puede matar a un perro, que es incapaz de procesar algunos de sus componentes que se convierten en tóxicos para el animal. Por ello suelen requerirse estudios en más de un modelo animal tanto para el desarrollo de terapias génicas como de vacunas.

Un grupo de investigadores suizos y británicos acaba de publicar en la revista PLoS Biology los resultados de analizar muchas publicaciones en las que se describían análisis preclínicos con animales y su posterior seguimiento en pacientes, en forma de algún tipo de estudio con humanos, ensayos clínicos controlados aleatorios o autorización por parte de las autoridades regulatorias. Los estrictos criterios de selección que aplican sobre estas publicaciones hacen que de las 5.228 publicaciones iniciales solamente se queden con 122 (lo cual quizá sea uno de los puntos más débiles de este estudio, el número limitado de casos finalmente estudiados). El resto del estudio se realiza solamente sobre estas 122 publicaciones. En esos artículos se describen 54 enfermedades humanas diferentes y 367 intervenciones terapéuticas.

Las conclusiones del estudio son que el 50 % de los estudios con animales progresan a estudios con humanos, y que un 40 % progresa hasta ensayos clínicos controlados aleatorios. Estas cifras son notablemente más elevadas que las que suelen publicar este tipo de estudios. Sin embargo, apenas un 5 % de los estudios con animales progresa hasta obtener la correspondiente autorización regulatoria. Realizan también un metaanálisis y concluyen que existe concordancia en los resultados positivos en modelos animales y en humanos en un 86 % de los casos. La mediana de años de espera entre estudios con animales y estudios con humanos, ensayos aleatorios controlados o aprobaciones por las autoridades la sitúan en 5, 7 y 10 años, respectivamente.

Para explicar la tasa tan baja (5 %) de estudios con animales que llegan a ser aprobados en humanos plantean dos posibles explicaciones:

  • o bien los requisitos para los ensayos clínicos aleatorios controlados son muy estrictos y eso provoca que algunos estudios en animales potencialmente prometedores no logren superar esta barrera;

  • o bien hay limitaciones en el diseño tanto de los experimentos con animales como de los ensayos con personas. Los autores se inclinan por la segunda opción. Y yo estoy de acuerdo con esta interpretación.

La presión normativa de las 3R (reemplazo, reducción y refinamiento) asegura el foco en el mantenimiento del bienestar animal, pero puede forzar, en algunos casos, a diseños experimentales subóptimos, que incluyan quizá menos individuos por grupo experimental o menos grupos experimentales de los que serían objetivamente necesarios (por ejemplo, realizar los experimentos solo con machos y no incluir a hembras en los análisis, algo totalmente desaconsejado). La estandarización de entornos y animales (mayoritariamente consanguíneos, si hablamos de ratones) que se suele presentar como ventaja, también puede ser fuente de problemas, dado que es obvio que los humanos vivimos en entornos diversos y no somos, en general, consanguíneos. Todo ello puede producir resultados en animales que no sean lo suficientemente robustos y, por lo tanto, generar expectativas terapéuticas que, posteriormente, no se confirmen en humanos. Lo mismo ocurre con las primeras fases I/II de ensayos clínicos, con un coste extraordinario, que pueden no tener ni el diseño adecuado ni la potencia estadística necesaria para extraer resultados concluyentes.

Los experimentos con animales siguen siendo necesarios en biomedicina, para avanzar en el desarrollo de terapias para tratar enfermedades que afectan tanto a los propios animales como a nosotros, los humanos. Pero seguramente deberíamos intentar mejorar los diseños experimentales, tanto a nivel preclínico como a nivel clínico, para así incrementar el porcentaje de estudios con animales que llegan a confirmarse en seres humanos.

Este artículo se publicó como reacción en Science Media Centre España el 13 de junio de 2024.



1 Comentario

  1. Gran publicación, Lluis!

    «La estandarización de entornos y animales (mayoritariamente consanguíneos, si hablamos de ratones) que se suele presentar como ventaja, también puede ser fuente de problemas, dado que es obvio que los humanos vivimos en entornos diversos y no somos, en general, consanguíneos.»

    Realmente creo que este problema es muy, muy complicado de completamente, y no tenga una solución concreta. Es algo así como una balanza:

    – Animales más estandarizados, y surgen los problemas que bien comentas, consanguineidad y los efectos de la tutela de un entorno limitado. (Igualmente, me pregunto hasta que punto se pueden rastrear, describir e incluso estandarizar los posibles efectos de la consanguineidad).

    – Animales «wild-type plus», provenientes de diversas fuentes, y corremos un riesgo tremendo de añadir variables desconocidas que afecten la interpretación de los resultados.

    Se han realizado algunos estudios analizando cuál de estos dos enfoques es más conveniente frente a objetivos experimentales distintos?

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