Hwang Woo-Suk (o Woo-Suk Hwang) no fue el primer científico acusado de fraude y condenado por violar principios bioéticos fundamentales pero sí fue seguramente uno de los más famosos. Su historia, compleja, en la que se mezclan una contrastada autoridad y referencia tecnológica en su campo, un impensable y descomunal engaño junto a un desdén por los principios bioéticos, ha sido objeto de estudio por muchos colegas. Yo mismo uso la historia de Hwang para ilustrar las vulneraciones de integridad científica en mis clases de ética a estudiantes. Durante un par de años (entre febrero de 2004 y enero de 2006) estafó a la comunidad científica y a toda la sociedad dando a entender que había conseguido supuestamente avances en la clonación de embriones humanos, tanto sanos como derivados de pacientes de enfermedades incurables, sin que los experimentos y los datos que relató fueran ciertos. Mercadeó con mujeres para conseguir los centenares de óvulos que necesitaba para sus experimentos, incluidas algunas colaboradoras de su propio laboratorio, que también fueron conminadas a donar sus óvulos, y alteró de forma obscena los resultados que supuestamente obtuvo para reportar unos éxitos científicos que nunca tuvieron lugar. Fue juzgado y condenado a cárcel, por malversación y por violar principios bioéticos fundamentales, pero sorprendentemente no por fraude. Años después reapareció aprovechando su incontestable conocimiento en la clonación de embriones de mamíferos en un centro de investigación en Emiratos Arabes Unidos, en Abu Dhabi, clonando camellos destinados a exhibiciones y carreras, y en una empresa surcoreana que clona mascotas, esencialmente perros, por un buen dinero. Su historia, compleja, fascinante e inquietante por igual, aparece exquisitamente relatada en un nuevo documental «King of clones» (El Rey de los clones) que acaba de estrenar Netflix y cuyo visionado recomiendo encarecidamente, tanto por su calidad como por su veracidad.
¿Quién fue y quién es Hwang Woo-Suk?
Hwang es un veterinario e investigador de la Universidad Nacional de Seúl con una contrastada carrera profesional (más de 100 artículos científicos desde 2002) como hábil embriólogo de mamíferos y reputado maestro en la clonación de muchos animales (cerdos, vacas, caballos, camellos, perros, lobos, coyotes, entre otras especies). Hwang trasladó con éxito la tecnología de transferencia nuclear de células somáticas (nombre técnico del procedimiento de «clonación») diseñada por los investigadores escoceses del Instituo Roslin para la obtención de la oveja Dolly, el primer mamífero clonado a partir de células adultas, a Corea del Sur y la aplicó sobre diferentes especies. En particular consiguió ser el primer investigador que pudo clonar el perro en 2005, presentando a la comunidad científica a Snuppy (acrónimo de Seoul National University puppy), un galgo afgano, el primer perro en ser clonado. Todas estas investigaciones de clonación de embriones de mamífero le granjearon una credibilidad que luego explotó con sus controvertidos experimentos con embriones humanos, que finalmente lo llevaron a la desgracia y al descrédito, y a perder la mayor parte del prestigio internacional que había acumulado.
¿Cómo se clona un mamífero?
La técnica, descrita por Wilmut y colaboradores en su artículo en Nature de 1997 en el que presentaron a Dolly, es relativamente sencilla, pero técnicamente bastante sofisticada, pues requiere habilidad y precisión en la manipulación de embriones para que tenga éxito. No hay demasiados laboratorios en el mundo capaces de producir clones de mamíferos de forma rutinaria y robusta. La describí en este blog gráficamente en un artículo en el cual me refería a la clonación de caballos.
Brevemente, se trata de usar un óvulo de la hembra de la especie a clonar, al cual se le extrae su material genético nuclear. Ese óvulo sin ADN nuclear se usa para introducirle el núcleo de una célula cualquiera del cuerpo del individuo que se desea clonar, habitualmente el núcleo de un fibroblasto, de una célula de la piel. Una pequeña descarga eléctrica sirve para fusionar la vesícula que contiene el núcleo de la célula donadora con el citoplasma del óvulo receptor. El embrión así reconstruido empieza a dividirse en el laboratorio y finalmente se implanta en una hembra de la misma especie (o muy relacionada) para finalmente dar lugar al nacimiento de un animal que es una copia genética del animal del cual se extrajo el núcleo de la célula que sirvió para clonarle (exceptuando el ADN de las mitocondrias, que siguen derivadon del óvulo). Esta es una técnica extraordinariamente ineficiente, con un porcentaje de éxito paupérrimo, habitualmente alrededor del 1% (solo 1 de cada 100 embriones reconstruidos llega a término y da lugar a un individuo sano que sobrevive a todo el proceso). Y esta eficacia no ha mejorado demasiado con los años (sí lo ha hecho, por ejemplo, en embriones de vacuno y porcino, por la intensa investigación y optimización de métodos realizada al respecto en estas especies). Por ejemplo, para obtener Snuppy, el perro clonado, se reconstruyeron 1,095 embriones de perro que se implantaron en 123 perras para su gestación y solo uno, Snuppy, sobrevivió a todo el proceso y dio lugar al primer perro clonado (1 de 1000 !!!) .La clonación de macacos no ocurrió hasta 2018, 21 años después de Dolly, y se logró con una bajísima eficiencia, similar a la que se reportó para clonar la oveja Dolly.
Hwang Woo-Suk sorprendió al mundo con su artículo publicado en la revista Science el 12 de marzo de 2004 (apareció online el 12 de febrero de 2004). Había logrado clonar un embrión humano, a partir de un óvulo de una mujer, vaciado de su material genético, y el núcleo de una célula del cúmulo ovárico (las que rodean al óvulo), donadas voluntariamente, según indicaba en su artículo, por mujeres que habían firmado un consentimiento informado para realizar este experimento. El embrión reconstruido resultante se llevó al estadio de blastocisto y entonces se usó para derivar las células humanas pluripotentes embrionarias, capaces de diferenciarse a cualquiera de los tipos celulares que forman nuestro cuerpo. Este era un experimento ya por entonces rutinario en muchas especies animales, con una tecnología que había nacido en 1997, siete años antes, pero la novedad era que en esta ocasión los embriones eran humanos. Para este experimento el artículo indicaba que había usado 242 óvulos de 16 mujeres voluntarias (lo cual implica que cada una de estas mujeres tuvo que ser sometida a procesos de estimulación hormonal para obtener una media 15 óvulos de cada mujer, de 12 a 20 por cada una de ellas). 176 de esos óvulos se usaron en la reconstrucción, obtuvieron 30 blastocistos y, de ellos, pudieron establecer una sola línea de células pluripotentes embrionarias derivadas de esos blastocistos clonados. Al usar el núcleo de células derivadas de la misma mujer que aportó los óvulos no pudieron diferenciar si los blastocistos eran realmente clonados o derivados por partenogénesis.El estudio suscitó un enorme interés de la comunidad científica.
Nosotros, desde el Centro Nacional de Biotecnología, propusimos organizar un evento sobre la clonación de embriones humanos y, con apoyo del Campus TI, organizamos un congreso en Valencia, el I Foro Internacional Valencia en Biotecnología, que tuvo lugar el 9 de julio de 2004, unos meses después de la primera publicación de Hwang. Escribí personalmente al investigador surcoreano y, para mi sorpresa, me contestó casi de inmediato aceptando la invitación. Llego a Valencia con un séquito de colaboradores. Cuando le tocó intervenir hizo una broma sobre el portátil que estaba usando, regalo nos dijo del presidente de Samsung, una compañía también surcoreana, dio un seminario sucinto del artículo publicado en Science pero cuando empezó el turno de preguntas desapareció del podio y pidió a uno de sus colaboradores que se encargara de responderlas. Nos pareció muy extraño este proceder.
El 6 de mayo de 2004, dos meses antes de nuestro foro planeado en Valencia, un corresponsal de la revista Nature en Asia, David Cyranoski, destapó la caja de los truenos con un artículo, que fue inicialmente muy criticado por todos los que apoyaban el trabajo de Hwang, en el que señalaba serios problemas éticos asociados con el artículo de Hwang en Nature de 2004. Muchos investigadores manifestaron su sorpresa de la aparente facilidad con la que Hwang había «convencido» para que tantas mujeres donaran sus óvulos tras una estimulación hormonal (un proceso doloroso y no exento de riesgos), sin más. El insistía que todas habían querido contribuir al progreso de la ciencia pero su argumentación se tambaleó cuando una de las coautoras del artículo de 2004, Ja Min Koo, confesó que ella también había donado sus óvulos para el experimento, aunque después se desdijo sorprendentemente de esta declaración. De cualquiera manera, que un responsable de laboratorio invitara a una de sus colaboradoras, bajo su supervisión, a donar óvulos podía ser interpretado como una coerción, algo totalmente inaceptable desde el punto de vista ético. Hwang se mantuvo firme negando estas acusaciones y argumentó que todo el proceso había sido aprobado por el comité de ética de la universidad, que a su vez también suscitó dudas y terminó siendo igualmente investigado.
Aparentemente estas primeras dudas quedaron enterradas con los artículos que Hwang publicó en junio de 2005 en Science, con más líneas de células humanas pluripotentes embrionarias derivadas de embriones clonados a partir de células de diversos pacientes, y con su artículo de agosto de 2005 en Nature con la clonación del perro, dos publicaciones con las que volvió a las primeras páginas y se convirtió en el científico más famoso del momento. El segundo artículo de Hwang incluía la descripción de nada menos 11 líneas de células humanas pluripotentes embrionarias derivadas de embriones clonados a partir de células de varios pacientes y con un rendimiento espectacular, extraordinario, mucho mayor de su artículo de 2004. Las 11 líneas celulares se obtuvieron a partir de 185 óvulos donados por mujeres, 129 de los cuales se usaron en los experimentos de fusión, dando lugar a 31 blastocistos clonados de los que lograron derivar 11 líneas celulares. La eficiencia del proceso era notabilísima. Pero todo era mentira.
Las dudas sobre este segundo artículo arreciaron y se extendieron al primero de los artículos. Diferentes evidencias concluyeron que la línea celular de células humanas pluripotentes embrionarias, supuestamente derivada de embriones clonados, descrita en el artículo de 2004 era en realidad una línea celulas obtenida de blastocistos de forma natural, tal y como habían ido obteniéndose desde que Thomson describiera el proceso en 1998. No derivada de ningún embrión clonado. Y, sobre el artículo de 2005, las evidencias apuntaban a que al menos 9 de las 11 líneas celulares supuestamente descritas estaban inventadas. Los datos se habían fabricado. El editor de Science, Donald Kennedy, retractó (retiró) los dos artículos de Hwang en Science y lo explicó en un famoso editorial publicado el 12 de enero de 2006. Lo explicó perfectamente Javier Sampedro en una tribuna en El País, en la que relataba la existencia de otro equipo competidor, dirigido por Robert Lanza, de la empresa norteamericana ACT, que habían obtenido evidencias de clonación de un embrión humano en 2001 (embriones de cuatro o seis células, a lo sumo) pero que habían sido superados por los aparentes éxitos, ahora demostrados fraudulentos, de Hwang. En realidad, el supuesto experimento de Hwang (con resultados fabricados) no logró completarse hasta nueve años después, en 2013, por otro investigador referente en el campo, Shoukhrat Mitalipov, que publicó en la revista Cell las primeras células embrionarias pluripotentes humanas derivadas de embriones humanos clonados, el experimento que dijo haber realizado Hwang en 2004, pero que nunca llevó a cabo, salvo en su imaginación.
Hwang perdió el apoyo de su colaborador norteamericano, Gerald Shatten que le solicitó la retirada del artículo que habían publicado conjuntamente en 2004. Aparecieron denuncias de que Hwang había pagado a mujeres y a los expertos de una clínica de fertilidad para obtener los muchos óvulos que necesitaba para sus experimentos. De los dos artículos se podía deducir que había usado (242+185) 427 óvulos donados (comprados) a mujeres, pero las investigaciones demostraron que en realidad había obtenido y usado más de 2.000 óvulos de mujeres, una cantidad enorme nunca antes utilizada en ningún experimento de biología reproductiva en humanos. Hwang acabó admitiendo el mercadeo de óvulos, éticamente controvertido, y la obtención de óvulos de dos de sus colaboradoras en su laboratorio, éticamente inaceptable. El 24 de noviembre renunció a sus cargos en la Universidad Nacional de Seúl, mientras el mundo seguía impresionado por la caída en desgracia del que había sido un héroe nacional hasta ese momento. En diciembre de 2005 uno de sus colaboradores y coautor del segundo artículo de 2005 en Science confesó admitiendo que no había células embrionarias pluripotentes de embriones clonados, que todo había sido una invención. Efectivamente, se comprobó que los datos de al menos nueve de las once líneas de células pluripotentes procedentes supuestamente de embriones humanos clonados habían sido fabricados, no existían esas líneas. Y tampoco había evidencias de las otras dos, ni de la supuesta primera línea celular creada para el primer artículo de 2004, y sus dos artículos en Science fueron retirados. Finalmente Hwang fue acusado de fraude, malversación y violación de las normas bioéticas. Tres años después la sentencia fue de dos años de cárcel por malversación y violación de las normas bioéticas, pero sorprendentemente fue exculpado de fraude. La comunidad científica pidió que esta persona estuviera alejada de actividades científicas durante un largo plazo de tiempo, tras haber violado su confianza. Muchos investigadores, animados por las publicaciones de Hwang, intentaron reproducir sus experimentos, sin éxito, en humanos y en primates no humanos, invirtiendo grandes sumas de dinero y tiempo que resultaron inútiles. Nadie consiguió reproducir los experimentos que dijo haber obtenido Hwang en 2004 y 2005, hasta que apareció el trabajo de Mitalipov en 2013.
El renacimiento de un impostor en la clonación de embriones humanos pero experto clonador de embriones de otros animales.
Los años siguientes Hwang Woo-Suk siguió publicando, en revistas especializadas en reproducción, de bajo perfil, fundamentalmente investigaciones relativas a la clonación de cerdos y, en menor medida, perros. De esta última actividad surgió la empresa SooAm Biotech Research Foundation que fundó en Seúl, y que ha venido ofertando la clonación de mascotas, perros, por sumas importantes de dinero. Las noticias hablan de hasta mil perros clonados por miles de dólares cada uno (hasta 100,000 USD$ por perro clonado). Un negocio muy lucrativo. Simultáneamente en Abu Dhabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos, se construyó un centro de investigación, UAE Biotech Research Center, donde Hwang dirige un programa de clonación de camellos, destinados a la exhibición o a las carreras. Hwang consiguió en 2021 la resurección de Mabrokan, un enorme camello negro legendario que había fallecido diez años antes, a partir de células obtenidas de tejidos del animal congelados. Nacieron once camellos sanos, once clones genéticamente idénticos a Mabrokan, provocando el delirio de los promotores locales de esta iniciativa. Los números siguen siendo increíbles. Estamos hablando de camellos, no de ratones. Hwang obtuvo 292 óvulos de 17 camellas estimuladas hormonalmente y 68 óvulos adicionales de 26 ovarios de camella de matadero, madurados en el laboratorio. De los primeros logró reconstruir 61 blastocistos clonados con núcleos de células de Mabrokan e implantarlos en 54 camellas (!), de los que nacieron 9 camellos sanos. De los segundos (madurados en el laboratorio) obtuvo 35 blastocistos clonados que implantó en 31 camellas, de los que nacieron dos camellos clonados adicionales, para un total de 11 camellos genéticamente idénticos a Mabrokan.
Hwang Woo Suk es un investigador controvertido. Impostor y experto al unísono. Una personalidad compleja que queda finalmente al descubierto en el nuevo documental «King of clones» de Netflix. Los responsables del documental consiguen entrevistarlo, a él y a algunos de sus ex-colaboradores, y al periodista David Cyranoski, que siguió el caso puntualmente desde Nature. Hay que reconocer que Hwang es un resiliente, capaz de reinventarse, de haber llegado (fraudulentamente) al más alto prestigio por (supuestamente) haber clonado embriones humanos y derivado células pluripotentes, experimentos que nunca consiguió. Pero a la vez es el mismo capaz de haber clonado el perro por vez primera en 2005, seguido de miles de mascotas a través de su empresa, y de haber clonado camellos en los últimos años desde su millonario retiro científico en Abu Dhabi. Existen dos Hwang: el impostor que mintió (aunque él sigue negándolo casi todo) y falsificó los datos para dar a entender que había clonado embriones humanos, y el experto clonador capaz de clonar perros a mansalva y atreverse con especies exóticas como el camello y salir con éxito del reto. En el documental aparecen los aspectos más preocupantes de toda esta historia, cómo jugó con los sentimientos de colaboradoras (a las cuales supuestamente indujo a donar óvulos para la causa) y de enfermos con patologías incurables (de quienes obtuvo células para supuestamente obtener células pluripotentes embrionarias derivadas de embriones clonados), a quienes prometió terapias curativas para sus dolencias que nunca llegaron a concretarse. En Corea del Sur este escándalo tuvo profundas implicaciones sociales, con una parte de la sociedad absolutamente volcada, hasta el final, apoyando a Hwang, frente a otros extremedamente críticos, sabedores del desprestigio que las vulneraciones de integridad de Hwang acabarían causando a la biotecnología surcoreana. Todo esto queda magníficamente expuesto en este documental, El rey de los clones (Netflix, 2023), cuyo visionado recomiendo encarecidamente a toda persona interesada en este tema. Aquí puede verse un trailer. Nos guste o no este capítulo infame también es una parte fundamental de la historia de la biotecnología de este siglo XXI.
Soy un biólogo que trabaja en la Facultad de Medicina de la Universidad de Piura en Lima, Perú.
Me ha gustado mucho este artículo y me ayudará en mis clases de Bioética. Muchas gracias Lluis. Saludos cordiales
Gracias Jaime!