Este año sí pude acudir de nuevo a Desgranando Ciencia, en su octava edición. Sus organizadores tuvieron a bien invitarme amablemente de nuevo, tras haber participado anteriormente en la quinta edición. Acudir a uno de los mayores eventos de divulgación científica del país siempre es un placer, y un reto. Hay muchísimos buenos divulgadores y divulgadoras convocados que se suceden a un ritmo frenético, a razón de 10 minutos (exactos) por charla. No hay tiempo para perder. Todo tiene que estar muy bien engrasado. El milagro lo consiguen personas como Óscar Huertas Rosales, maestro de ceremonias y gran presentador del evento, y todos los que están entre bambalinas contribuyendo al éxito de esta convocatoria (José Fernando Ramírez, Jessica Gil Serna, Luis Fontana y muchos más). Las charlas de #Desgrana8 tuvieron lugar entre el viernes 27 y el sábado 28 de mayo de 2022, en sesiones de mañana y tarde, en el Teatro Isabel La Católica de Granada, cedido por el Ayuntamiento de Granada para este fin, un marco noble y adecuado, a la altura de los objetivos de esta infusión en vena de la mejor divulgación científica del país.

Podéis volver a ver todas las charlas, nada menos que 70 (!) charlas, a través del canal de YouTube de Hablando de Ciencia Divulgación, divididas en cuatro vídeos, correspondientes a las sesiones de: viernes 27 de mayo mañana, viernes 27 de mayo tarde, sábado 28 de mayo mañana y sábado 28 de mayo tarde. Mi charla estaba programada para la mañana del sábado. La titulé «Genes de colores«, en referencia al último libro que he publicado con Next Door Publishers y la encontraréis a partir de las 3h:25′:45», casi al final del vídeo del sábado 28 por la mañana. Lamentablemente no pude asistir a todo el evento, el día anterior, 27 de mayo, celebrábamos el 30º aniversario del Centro Nacional de Biotecnología, y tampoco me pude quedar a ver toda la sesión vespertina, al tener que regresar a Madrid para estar en la Feria del Libro el domingo 29 por la mañana. Pero tuve ocasión de disfrutar unas cuantas charlas del sábado, maravillosas, y, en cualquier caso, os recomiendo la lectura del estupendo resumen de #Desgrana8 que ha publicado Carlos Lobato en su blog, para que os hagáis una ligera idea de lo que mucho y bueno que ocurrió en Granada ese fin de semana.

En mi charla de Desgranando Ciencia 5 hablé de los pelirrojos. Y así fue poco menos como empecé mi nueva charla en Desgranando Ciencia 8, ataviado con mi flamante camisa de color naranja, del color del pelo de algunas personas pelirrojas, hablando de las dos melaninas que tenemos los mamíferos: la eumelanina (marrón oscura, casi negra) y la feomelanina (amarillo-rojiza), siendo esta última característica de las personas pelirrojas. En la naturaleza, muchos animales combinan estos dos pigmentos en su pelaje de una forma curiosa, acumulando eumelanina en la base y punta del pelo, y dejando que la feomelanina se acumule solamente en la zona central. Es la denominada pigmentación agouti, que permite tanto a presas como a depredadores pasar desapercibidos, camuflarse con el entorno, el sotobosque, la hojarasca, y poder sobrevivir (tanto cazar como evitar ser cazados).

Los mismos pigmentos, eumelanina y feomelanina, son los que explican todos nuestros colores de piel, pelo y ojos, toda la enorme diversidad de pigmentaciones que tenemos los seres humanos, que tan solo tenemos que aceptar y gozar, disfrutando de esa variabilidad pigmentaria, sin pretender asociar ningún tipo de discriminación por el hecho de tener uno u otro color de piel, sea esta más clara o más oscura. Nunca ha estado justificada, bajo ningún concepto, cualquier idea racista, tampoco desde la ciencia, tampoco desde la genética. Solo hacen falta unos pocos genes, los genes de colores, para cambiar nuestro aspecto externo, a veces de forma considerable. Pero eso nada tiene que ver con todo lo que es y representa esa persona, ese ser humano, toda su potencialidad, lo que quiera y pueda hacer en su vida, sus sueños, su familia, sus amigos. Aprendamos a aceptar la diversidad pigmentaria y no le concedamos más importancia de la que en realidad tiene, la de cambiar nuestro aspecto externo. Nada más y nada menos. Este es el mensaje humanista que impregna todo mi libro Genes de colores.

Hecha esta pequeña introducción con los pigmentos que tenemos los animales mamíferos pasé a presentar la protagonista principal de mi charla: la cebra. Probablemente este sea el animal más escandaloso, más vistoso y menos discreto de la sabana africana. Un animal con un patrón de pigmentación característico en el que se suceden rayas de color negro y blanco, sin que, a priori, podamos decir si se trata de un animal de piel negra con bandas pigmentarias blancas o, por el contrario, se trata de un animal de piel blanca en el que aparecen regularmente bandas de pigmentación eumelánica, negras. Todo un acertijo para la biología y algo para pensar, ciertamente. A las cebras les dedico un capítulo del libro «Genes de colores«. Lo que nos han contado siempre es que ese patrón de bandas podría servir para confundir a los leones que las persiguen a la carrera para cazarlas. Un argumento tan sugerente como erróneo.

En realidad la curiosa pigmentación bandeada de las cebras parece cumplir (y haber sido seleccionada a lo largo de la evolución) por lo menos dos funciones, que pueden coexistir, derivadas de investigaciones recientes realizadas por Tim Caro (Universidad de California, Davis, CA, EE.UU.) y Martin How (Universidad de Bristol, Reino Unido), que ellos resumen estupendamente en este artículo de divulgación científica en The Conversation. En primer lugar este patrón podría contribuir a reducir la temperatura corporal del animal. Las bandas negras absorben mayor radiación (se calientan más) que las bandas blancas, que reflejan la mayor parte de la radiación (se calientan menos). Estas diferencias de temperaturas pautadas a lo largo del lomo del animal generarían unas microcorrientes de aire que contribuirían a reducir la temperatura corporal de las cebras, como de hecho así ocurre. Las cebras tienen una temperatura corporal menor que la de otros animales de pigmentación uniforme en las mismas zonas geográficas. Y en segundo lugar ese patrón rayado confundiría a los insectos que intentan picar y morder a las cebras (y que pueden transmitir enfermedades parasitarias graves) que «chocarían» contra la piel del animal, en lugar de posarse sobre ella, incapaces de calcular exactamente dónde estaba la superficie de la cebra. Ciertamente curiosas estas explicaciones, pero probablemente más ciertas que las anteriores. Estas están basadas en observaciones, experimentos y evidencias científicas.

Todavía no sabemos qué genes de colores son los responsables de la periodicidad de bandas de color blanco y negro que se alternan en el cuerpo de la cebra, formando este patrón tan característico. Pero, sin embargo, sí que sabemos explicar cómo se pueden obtener estos patrones de pigmentación tan singulares en la naturaleza. Y esto se lo debemos a un gran matemático, Alan Turing, quien propuso en 1952 la teoría de la reacción-difusión para explicar cómo una célula podía interaccionar con sus vecinas, transformándolas, de una forma regulada y coordinada. Turing propuso unas ecuaciones diferenciales que permiten explicar y generar, por ordenador, todos los patrones de pigmentación que encontramos en la naturaleza, aún sin entender ni conocer los genes que codifican las proteínas responsables de los mismos. También el patrón acebrado, las bandas características negras y blancas.

Terminé mi charla con un toque de atención, una llamada al mundo para evitar que perdamos estos patrones de pigmentación tan singulares de las cebras, antes siquiera de que hayamos podido descubrir qué genes permiten explicarlos. Greg Barsh, uno de los mayores genetistas actuales del mundo animal, describió ejemplares de cebra en los que este patrón de bandas empieza a emborronarse, a perderse. Esto ocurre en animales con elevados índices de consanguinidad, producto de la existencia actual de grupos de cebras mucho más pequeños (en los que aumentan los cruces entre individuos relacionados familiarmente), particionados de los enormes rebaños de antaño, por acción de las guerras y de la colonización humana del medio natural. Sería muy triste que por la acción del hombre acabara desapareciendo este patrón de bandas tan reconocible de las cebras, sin haber podido explicarlo ni entenderlo.

Desgranando ciencia también permitió que los diversos autores y autoras que acudimos a este evento pudiéramos dedicar y firmar ejemplares de nuestros libros de divulgación científica a quienes estuvieran interesados. Hay que agradecer especialmente a Lucía, la librera de Ovni Bazar Bizarro, librería de Granada, que estableció su parada bajo un sol incontestable (suerte de la carpa protectora!), a la entrada del Teatro Isabel La Católica, para traer ejemplares de todos nuestros libros. Siempre es muy agradable poder dedicar nuestras obras a lectores, colegas y amigos. Muchas gracias a todos los que os acercásteis.

Desgranando Ciencia 8 fue un nuevo éxito de este grupo de emprendedores, científicos, comunicadores y divulgadores que habitan en Granada y que anualmente nos vienen deleitando con estos eventos en los que coinciden un montón de personas con una característica común: su amor y pasión por la ciencia y por contarla, haciéndola accesible a todo el mundo. Hay que agradecer a todos los patrocinadores de este acto el que aporten fondos y recursos para que este pueda realizarse. Y aplaudir a rabiar a los organizadores por el enorme trabajo realizado y el desafío logístico que supone traer a 70 personas de todo el país a contar la ciencia a Granada. Y completar el reto con nota, con un éxito que debe subrayarse. Ya estoy esperando la novena edición…

¿Qué si las cebras son blancas con rayas negras o negras con rayas blancas? Pues para saber la respuesta deberéis ver el vídeo de mi charla y/o leeros mi libro sobre «Genes de colores«.