Laudatio Francis Mojica – VIII Premio Nacional de Biotecnología

Por Lluis Montoliu, el 29 marzo, 2021. Categoría(s): conferencias • edición genética • historia de la ciencia ✎ 3
Francis Mojica (Universidad de Alicante), galardonado con el Premio Nacional de Biotecnología (VIII edición). Foto: UIMP

Hoy, 29 de marzo de 2021, Francis Mojica, microbiólogo y profesor de la Universidad de Alicante, ha sido galardonado con el Premio Nacional de Biotecnología, en su octava edición. El premio, promovido por Martín Hernández-Iglesias (Aliter) está copatrocinado por varias empresas e instituciones del sector biotecnológico español (ISDE, Empireo, Eurogalenus). He formado parte del jurado de este premio y me han invitado a pronunciar la Laudatio para glosar las contribuciones de Francis Mojica que lo hacen merecedor de esta nueva distinción.

A continuación, transcribo la Laudatio que he pronunciado en la sede de ISDE:

LAUDATIO FRANCIS MOJICA – VIII PREMIO NACIONAL DE BIOTECNOLOGÍA
Lluís Montoliu (CNB-CSIC y CIBERER-ISCIII)
Madrid, 29 de marzo de 2021

Querido Francis Mojica, flamante ganador del Premio Nacional de Biotecnología.

Querido Martín Hernández Palacios, promotor desde Aliter del premio y presidente del Jurado.

Queridos compañeros, miembros del jurado responsable de la elección del investigador premiado.

Queridos representantes de empresas e instituciones del sector biotecnológico español, que copatrocináis y apoyáis este galardón.

Es para mi un placer y un honor pronunciar unas breves palabras para glosar las aportaciones fundamentales en Biotecnología de Francisco Juan Martínez Mojica, Francis Mojica, como le conocemos todos, microbiólogo de la Universidad de Alicante, que lo hacen merecedor de este Premio Nacional, en su octava edición.

Las herramientas CRISPR que él contribuyó a descubrir y describir se han convertido en catalizadoras de una enorme revolución tecnológica que ha transformado la biología, la biomedicina y también la biotecnología actuales. Por ello el Jurado de este Premio resaltó en su motivación para galardonar a Francis Mojica “por poner de relevancia la importancia de la biotecnología en la consecución de hitos científicos, empresariales, económicos y sanitarios en España”.

El pasado mes de octubre la Academia Sueca de Ciencias acordó otorgar el Premio Nobel de Química del año 2020 a las investigadoras Emmanuelle Charpentier, microbióloga francesa del Instituto Max-Planck en Berlín, y Jennifer Doudna, bioquímica norteamericana de la Universidad de California en Berkeley. La motivación del premio no dejaba lugar a dudas: “por el desarrollo de un método de edición genética”. Y, sin mencionarlo explícitamente, todos entendimos de inmediato que se refería a las herramientas CRISPR de edición genética.

Dicho método fue propuesto por Charpentier y Doudna en un artículo pionero que publicaron en la revista Science en junio de 2012, manuscrito que las llevaría a Estocolmo ocho años después. Pero dichas herramientas CRISPR, en realidad CRISPR-Cas, derivaban de un sistema de defensa que con el mismo nombre utilizan los procariotas, bacterias y arqueas, para defenderse del acecho de virus y plásmidos, sistemas que habían sido descubiertos por Francis Mojica en arqueas en 1993 y cuya función no había sido dilucidada hasta 2005, por el propio Mojica y colaboradores, en un artículo seminal publicado en Journal of Molecular Evolution que lo puso, a él mismo, también en las quinielas de los Nobel desde 2015.

Los ecos de la existencia de los sistemas de defensa CRISPR, basados en ARNs y proteínas efectoras, que habían sido propuestos por Mojica, llegaron a oídos de Jennifer Doudna a través de una microbióloga de Berkeley, Jill Banfield, organizadora de la primera reunión CRISPR en 2008, a la que asistió tanto Francis Mojica como Jennifer Doudna, quien empezó a trabajar en los sistemas CRISPR entonces y publicó su primer artículo en este tema en 2009, dieciséis años después de que Mojica publicara su primer trabajo sobre CRISPR. Charpentier se uniría dos años después, en 2011, al entrar en el mundo CRISPR con un primer artículo suyo en el que describía el tracrRNA, la tercera molécula que junto al crRNA y a la nucleasa Cas9 se necesitaba para tener un sistema CRISPR-Cas9 activo y funcional, tal y como propusieron al año siguiente en el único artículo experimental en el que colaboraron estas dos investigadoras.

Lo cierto es que Charpentier y Doudna bebieron de las fuentes de Mojica, y de otros microbiólogos pioneros que siguieron a Francis, como Philippe Horvat, Rodolphe Barrangou, Luciano Marraffini, John van der Oost, Silvaine Moineau, Virginijus Siksnys y otros, que durante más de 20 años habían estado picando piedra y describiendo los elementos y mecanismos de acción de este sofisticado sistema de defensa inventado por los procariotas hace miles de millones de años, probablemente con múltiples funciones, entre ellas defenderse de inoportunos bacteriófagos y plásmidos invasores.

Ni Francis Mojica, ni ninguno de los microbiólogos mencionados, ni tampoco los genetistas Feng Zhang y George Church, que demostraron experimentalmente a principios de 2013 la propuesta disruptiva de Charpentier y Doudna, lanzada seis meses antes, fueron incluidos en la terna de premiados del Nobel de Química de 2020. A todos nos hubiera gustado que Francis Mojica hubiera formado parte del galardón. Pero no pudo ser y la Academia de Ciencias Sueca decidió destacar la propuesta rompedora realizada por las dos investigadoras cuando nadie todavía había publicado sobre el posible papel de los sistemas CRISPR fuera de su contexto natural, actuando como verdaderas herramientas de edición genética, para editar cualquier gen de cualquier genoma de cualquier organismo.

Uno de los primeros que reaccionó a la noticia fue el propio Mojica, felicitándolas por el merecido Premio Nobel, y, a la vez, extraordinariamente satisfecho y orgulloso al ver que una “criatura” que había salido de sus manos (los sistemas CRISPR), de su laboratorio, a quien él mismo había puesto en noviembre de 2001 el nombre que hoy está en boca de todo el mundo, hubiera llegado tan alto. Ciertamente un privilegio al alcance de muy pocos científicos.

Con esa respuesta, que ilustra perfectamente el carácter y la honestidad de Francis Mojica, se cerró toda posible polémica. Francis ha seguido investigando y recibiendo reconocimientos, doctorados Honoris Causa y premios, como este Premio Nacional de Biotecnología, que hoy le entregamos, y que dejan fuera de toda duda su contribución esencial al universo CRISPR, su papel fundamental en esta revolución que llegó para quedarse y ha puesto patas arriba a las ciencias de la vida.

Mucho se ha hablado desde 2012 sobre los posibles beneficios de las herramientas CRISPR en Biomedicina, en particular como propuestas de terapias génicas innovadoras para tratar a múltiples enfermedades congénitas, a nivel somático, en enfermos afectados por las mismas, como las miles de enfermedades raras que siguen hoy en día sin cura. Sin embargo, la incertidumbre inherente al método CRISPR actual reclama paciencia y prudencia antes de que se pueda aplicar universalmente esta técnica en la clínica.

Por el contrario, las herramientas CRISPR son ya una realidad en biología, en cualquier laboratorio de biología molecular del mundo, y, las aplicaciones biotecnológicas de las CRISPR están llegando igualmente por doquier.

Es oportuno recordar en estos momentos que estamos premiando a Francis Mojica, un investigador básico, que ha dedicado su vida profesional a entender como bacterias y arqueas luchan eficazmente contra virus y plásmidos, a comprender la biología que hay detrás de todo ello. Gracias a microbiólogos como Francis se han descubierto muchas nuevas variantes CRISPR-Cas con funciones inesperadas, capaces por ejemplo de cortar no solo ADN sino ARN. Esta enorme versatilidad de los sistemas CRISPR ha permitido, por ejemplo, desarrollar distintos sistemas de diagnóstico genético de mutaciones o de la presencia de virus, como el coronavirus SARS-CoV-2, causante de la pandemia COVID-19, basados en nucleasas Cas12 y Cas13. O incluso desarrollar terapias antivirales, usando sistemas CRISPR-Cas específicos capaces de cortar el genoma del coronavirus, inhibiendo su replicación.

Las aplicaciones biotecnológicas de CRISPR siempre han estado en el punto de mira de Francis Mojica. Son muchos los procesos industriales en sectores tan diversos como la alimentación, el reciclaje o los detergentes, en los cuales se usan bacterias. Y, por ello, disponer de bacterias resistentes a ciertos virus (o sensibles a ellos) permite mantenerlas libres de patógenos o rápidamente eliminarlas, según convenga. Las bacterias son también el constituyente principal de nuestra microbiota, cuyo impacto en nuestra salud va creciendo constantemente.

Naturalmente uno de los problemas actuales que afronta la medicina es la aparición de superbacterias multirresistentes a todos los antibióticos conocidos. Bacterias que han acumulado plásmidos con resistencias a antibióticos y que podrían tratarse con bacteriófagos específicos (fagoterapia) o transfiriendo sistemas CRISPR-Cas dirigidos a algunos de aquellos plásmidos, tornando a las superbacterias de nuevo sensibles a alguno de los antibióticos.

Las aplicaciones biotecnológicas de las herramientas CRISPR también son ya una realidad en agricultura y ganadería, donde la misma incertidumbre observada en las aplicaciones clínicas en humanos puede gestionarse adecuadamente. Son ya numerosas las plantas editadas genéticamente disponibles en el mercado y serán muchos los animales editados que paulatinamente acabarán llegando. Solo habrá que esperar de las autoridades de nuestra querida Unión Europea, que sean capaces de superar los cantos de bloqueo que les llegan desde grupos de presión con agendas e intereses propios, para que no perdamos una vez más el tren de la innovación biotecnológica. Para que seamos no solo clientes-consumidores sino productores de las nuevas variedades agrícolas editadas genéticamente.

Y, para el desarrollo de todas estas aplicaciones biotecnológicas de las CRISPR, lo que se necesita son investigadores como Francis Mojica, que acudan constantemente a la naturaleza para descubrir e identificar nuevos sistemas CRISPR que pudieran poseer propiedades específicas, nuevas capacidades que pudieran ser explotadas biotecnológicamente.

Francis Mojica ha dedicado su vida a las CRISPR. Sin él no existirían o, por lo menos, se hubiera retrasado su descubrimiento. Lo cierto es que sus experimentos pioneros de ciencia básica realizados durante la última década del siglo pasado y la primera década de este siglo, fueron indispensables para suscitar el interés de muchos otros investigadores e investigadoras, como Charpentier y Doudna, que se apoyaron en los hallazgos de Mojica para proponer nuevos usos para los sistemas CRISPR.

En mi laboratorio del Centro Nacional de Biotecnología descubrimos las herramientas CRISPR en la primavera de 2013, pocos meses después de que su uso como herramientas de edición genética hubiera sido demostrado, y, desde entonces nos convertimos en usuarios felices y promotores de las mismas, empleándolas en diversos experimentos, como la generación de modelos animales de enfermedades raras, portadores de mutaciones específicas de pacientes.

Pero si de algo me siento especialmente honrado y orgulloso es de haber conocido a Francis a finales de 2014. Con Francis descubrí los 20 años de ciencia básica que ignoraba por completo de los sistemas CRISPR en procariotas. Con Francis aprendí toda la biología y biotecnología que hay detrás de las CRISPR.

Con este Premio Nacional de Biotecnología queremos reconocer el papel esencial de Francis Mojica en la revolución CRISPR, y, en particular, en las aplicaciones biotecnológicas de estas herramientas que han cambiado la vida de laboratorios y empresas del sector.

¡Enhorabuena Francis!

 



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