Hoy la Real Academia de Ciencias sueca ha premiado a Emmanuelle Charpentier y a Jennifer Doudna por “el desarrollo de un método para la edición del genoma”. Esta breve motivación esconde todo un universo de investigaciones e investigadores sin los cuales no hubiera sido posible que hoy estas dos investigadoras, merecidamente, recibieran este Premio Nobel de Química 2020 por su importante contribución al desarrollo de las herramientas CRISPR de edición genética, que es lo que en realidad han premiado hoy en Estocolmo.
No está Francis Mojica en la terna ganadora. Ni Francis ni muchos otros investigadores, como Feng Zhang y George Church, que fueron quienes realmente demostraron por primera vez en 2013 que los sistemas de defensa antiviral de bacterias que había descubierto Francis Mojica en 2003, y que las dos investigadoras premiadas habían propuesto en 2012 usar como herramientas de edición génica, en realidad funcionaban como tales. Son muchos los investigadores esenciales en la intrahistoria de las CRISPR, que se remonta a 1987, aunque a Francis le debemos su descubrimiento en arqueas en 1993, el nombre de CRISPR que hoy está en boca de todo el mundo, y la perspicacia de intuir que se trataba de un sistema inmunitario de las bacterias, trabajo que publicó en 2005. Escoger a estas dos investigadoras es incontestable. Seleccionar el tercer ganador era abrir una polémica que la academia probablemente no haya querido mentar. Para no hacer una injusticia a los demás seleccionando uno de ellos ha preferido hacer una injusticia con todos. Ya lo hicieron en 2012 cuando el Premio Nobel de Medicina sobre clonación fue para Gurdon y Yamanaka, y dejaron fuera a Wilmut y a otros.
Sorprendentemente no lo hicieron en 2008, cuando el Nobel de Química, además de los dos científicos que habían desarrollado la herramienta biológica conocida como proteína verde fluorescente, compartieron los honores con un investigador japonés Shimomura, que fue quien descubrió esta proteína en las medusas del Pacífico y la aisló en los años 60, muchos años antes de que se usará en biología. Nos ha faltado nuestro Shimomura, nuestro Mojica.
“Un método”
Creo importante mencionar el artículo gramatical que usa la motivación del premio. Dice “por el desarrollo de UN método….”. No dice “por el desarrollo DEL método…”. Ciertamente, los sistemas CRISPR son el último de cuatro métodos que conocemos desde hace décadas que sirven para editar genomas. En primer lugar, las meganucleasas de levaduras, descubiertas en 1995, luego las nucleasas de dedos de Zinc (2001) y las TALEN (2011), antes de descubrirse la utilidad de las CRISPR (en 2013). Todas ellas tijeras genéticas, aunque las últimas, las CRISPR, sean las más versátiles, eficaces, asequibles y accesibles. De ahí su triunfo.
¿Qué ha fallado? ¿Por qué no se lo han dado a Mojica? Esto que sigue es puramente especulativo. Las nominaciones reales no las conoceremos hasta 2070, y muchos ya no estaremos para interpretarlas. Me constan muchos apoyos de centros de investigación, de autoridades, de administraciones, de investigadores a Francis, todas ellas confidenciales. Me temo que no tantas para el Nobel de Química como para el de Medicina. En bastantes de ellas he tenido ocasión de ayudar, aportando razones que justificaran el premio a Francis Mojica. No sé si, como país, podríamos haber hecho algo más. Pero hemos perdido una oportunidad histórica. Y costará volver a estar tan cerca de un Premio Nobel como hoy lo ha estado Mojica.
Yo descubrí a Francis en diciembre de 2014, casi un año y medio después de ser un usuario feliz de las herramientas CRISPR en mi laboratorio. Desconocía el papel que había jugado Francis, y, tras conocerle, inicié, junto a otros, una campaña para que mis colegas y la sociedad supieran lo relevante que había sido su trabajo internacionalmente. En primavera de 2015 se falló el Premio Príncipe de Asturias que volvió a premiar a estas mismas dos investigadoras, dejando fuera a Francis. Quizás por desconocimiento. No lo sé. Pero, fueran estas u otras razones lo cierto es que fue un inexplicable error que no sabemos si habrá influido también en la decisión de hoy en Estocolmo. El Premio BBVA Fronteras del Conocimiento de 2017 en Biomedicina, que premió a las dos investigadoras y a Francis, debería haber sido el modelo para seguir.
Enhorabuena a las ganadoras y un fuerte abrazo para Francis, que me consta se siente muy orgulloso de ver como el trabajo de su vida ha sido premiado con un Nobel, aunque a él le hayan privado de celebrarlo como merecía.
Este artículo lo escribí como tribuna para Materia – El País, y apareció publicado el 7 de octubre de 2020.