Sobre tranvías y vacunas

Por Lluis Montoliu, el 4 octubre, 2020. Categoría(s): ética ✎ 5
Tranvía en las calles de San Francisco (CA, EE.UU.) Fotografía: Lluís Montoliu.

Hace unos días el periódico británico Financial Times se hacía eco de una noticia en la que se anunciaba el probable lanzamiento, en el Reino Unido, de un programa de infecciones experimentales con el coronavirus SARS-CoV-2 en voluntarios sanos, tras ser vacunados con alguna de los prototipos actualmente en estudio. Este ensayo clínico, planteado para avanzar más rápidamente en la evaluación de las vacunas contra la COVID-19, todavía tiene que ser aprobado por la agencia reguladora de medicamentos y productos para la salud en ese país.

Este es un salto conceptual importante que plantea numerosos dilemas éticos de difícil resolución, además de retos logísticos (las personas infectadas podrían infectar a terceros, a no ser que las primeras estuvieran confinadas en algún hospital o recinto aislado durante un tiempo determinado). También nos plantea temas de libertad individual, de la decisión de personas que abiertamente deciden ser infectadas con el virus. Ya hay muchas de ellas, agrupadas en iniciativas como 1daysooner dispuestas a dejarse infectar para promover el desarrollo de las vacunas contra la COVID-19. No hay legislación que impida a una persona aceptar conscientemente un tratamiento que puede ser peligroso o mortal, ni para evitar que se lo auto-administre (como bien saben quienes luchan contra las pseudoterapias), a no ser que derive en un problema a terceros y se convierta en un posible delito contra la salud pública. Lo comentaba hace unos días en una tribuna en El País en la que recordaba los límites de la ciencia, comentando el proyecto de vacunas caseras que unos investigadores norteamericanos, George Church entre ellos, habían propuesto.

Por un lado la visión utilitarista nos diría que es aceptable poner en riesgo a un número reducido de personas que, al infectarse podrían morir (recordemos que este coronavirus, con una cierta probabilidad, es mortal) si con ello logramos avanzar más rápidamente el desarrollo de vacunas y salvar a muchas más.

Por otro lado la visión humanista nos recordaría el primer principio de bioética (de no maleficencia, no hacer el mal) que debe primar en toda actuación biomédica. Al infectar conscientemente a una persona con un virus potencialmente mortal estamos, sensu stricto, poniendo en riesgo su vida. En esta visión no sería aceptable que una o varias personas murieran para salvar a las demás. El fin no justifica los medios. La infección experimental con coronavirus sobre voluntarios sanos vacunados podría ser bienintencionada pero no sería éticamente justificable.

Los defensores de la vía utilitarista apuntan que la fase III de un ensayo clínico de vacunas implícitamente también tiene riesgos, que aceptamos aparentemente sin rechistar. Se vacuna a miles de personas (y otros miles no, con placebo), y se les «deja libres» para que se infecten de forma espontánea, lo cual es también un riesgo inherente, pues algunos también morirán (especialmente si la vacuna no es eficaz, y particularmente los que hayan recibido placebo, sin saberlo (estos ensayos son a doble-ciego, ni el experimentador ni la persona vacunada saben si están administrando o recibiendo vacuna o placebo).

Esta situación que se plantea ahora en el Reino Unido es, de alguna manera, una versión particular, aplicada a la pandemia COVID-19 del famoso dilema ético del tranvía, en sus diversas variantes, que resumiré brevemente a continuación, para promover la reflexión ética sobre este tema.

Las dos variantes del dilema del tranvía. Gráficos modificados por el autor a partir de originales publicados en Medium.

(1) Primera variante del dilema del tranvía: Imaginemos un tranvía descontrolado, sin frenos, dirigiéndose a un grupo de 5 personas que están en medio de la vía y a quienes no tenemos tiempo de avisar ni apartar. Pero el tranvía está a punto de llegar a un desvío que podemos activar y con ello derivar el tranvía desbocado hacia otra vía, en la que hay 1 sola persona igualmente en medio de la vía, e igualmente es imposible avisarla o apartarla. Pensadlo unos segundos. ¿Qué haríais? Muchas personas no dudarían en activar el desvío y con ello salvar a las 5 personas de la vía principal, a costa de que muriera la única persona de la vía secundaria. 5 personas son más que 1.

(2) Segunda variante del dilema del tranvía: Esta variante es algo más compleja. El tranvía se dirige sin frenos también a un grupo de 5 personas que no podemos avisar ni apartar de las vías. Pero el tranvía tiene que pasar por debajo de un puente, y nosotros estamos en el puente al lado de una persona de gran tamaño que, si la empujamos para que caiga a la vía, muy probablemente logrará detener o hacer descarrilar el tranvía, a pesar de que con similar probabilidad pierda su vida en el intento. ¿Qué haríais? Aquí suelen ser siempre muchas menos las personas que aceptarían dar ese empujón salvador que mataría a 1 persona para salvar 5.

Numéricamente las dos situaciones son equivalentes (muere 1 persona, salvamos a 5). ¿Cuál es la diferencia?

La diferencia está entre «matar» o «dejar morir». Entre un acto consciente, deliberado (empujar al tipo de gran tamaño desde el puente), y un acto inconsciente, indirecto, (desviar el tranvía) que puede tener consecuencias negativas pero que las aceptamos como un «mal menor».

El empujón desde el puente sería el equivalente a la infección experimental de voluntarios sanos con coronavirus (conscientemente sabemos que podemos causar la muerte a las personas que estamos infectando con el coronavirus, en particular si la vacuna no funciona).

El desvío del tranvía sería el equivalente a la fase III de los ensayos clínicos con vacunas (inconscientemente sabemos que algunas de las personas participantes en el ensayo podrían morir, bien porque han recibido el placebo o porque la vacuna evaluada no funciona).

Os dejo con esta reflexión, y os invito a explorar lecturas relacionadas con este tema:

Una versión editada de este artículo ha sido publicada en The Conversation el 5 de octubre de 2020.



5 Comentarios

  1. Como es domingo, en un comentario completamente irrelevante, lamentaré (aunque no mucho, porque el vehículo es precioso) el uso de una fotografía de un tranvía de San Francisco, cuando en España tenemos algunos tranvías estupendos preservados, especialmente en Zaragoza, Azpeitia y Barcelona.

    En cuanto al fondo de la cuestión, interesantísima, me inclino por la opción conservadora por la falta de certidumbre en el resultado de sacrificar al gor… Perdón, al sujeto expuesto.

  2. Acaso, quizás, tal vez , por harto improbable que le parezca, empieze superar la perspectiva y motivación basicamente cientificista de sus modos, formas y maneras de vivir y como son sus conductas, comportamientos y actitudes los que conformaron, conforman y conformarán su mentalidad. Y para comenzar basta con que fuera de su labor como profesional científico se esfuerza por no seguir en las mismas. .. No puedo decirle nada más que yo solamente soy un principiante de 68 años de edad en estas cosas de una vida buena, que de lo que corresponde que hagamos y como corresponde que hagamos la humanidad tiene escasos conocimientos válidos y de lo que no corresponde y como no corresponde solamente algunos más. Pero todavía hoy estoy muy lejos de dominar esa suerte de aikido integral que tanta falta nos hace a quienes buscamos, a veces las encontramos-o eso nos parece- y otras las perdemos- eso suele estar más claro- armonizaciones reales y concretas entre ética de las convicciones y ética de las responsabilidades.
    Puede usted árgumentarse y argumentar que mi comentario se sale de la cuestión planteada y no tenerlo en cuenta a todos los efectos. Es su libre voluntad, la mía es la de intentar una sincera conversación con quien me parece posible compartir certidumbres e incertidumbres.
    Muchas gracias. Fraternales saludos.

  3. Al final de cada año habran muerto en el planeta varios millones de personas debido a la alta contaminacion, sin que nadie haga nada y sin la posibilidad de reacción de la poblacion en general, y ademas sin la posibilidad de que nadie decida sobre este problema, y sin responsabilidad por parte de los responsables mayoritarios de estos focos de muerte. Y a mi no me vale lo que siempre se suele contestar por parte de los que mas interes tienen en no resolver este problema y es el dicho constante de, el que todos somos responsables, cuando es un hecho constatado estadisticamente que una minoria de las empresas transnacionales del mundo son supuestamente las responsables de mas de la mitad de las emisiones de los contaminantes toxicos. ¿Es etica la muerte de estos millones de personas, sin contar los millones de individuos de otras cientos o miles de especies que también perecen debido a este hecho?
    ¿Sabiendo que el tabaco mata, y es una pandemia de las llamadas silenciosas, constatado cientificamente, es etico el hecho de que el estado siga consintiendo su venta y la sociedad permita este hecho?
    Estos son a mi modo de ver algunos ejemplos de nuestras contradicciones como personas, como sociedades, como humanidad. Pero creo que más importante que hablarlo y narrarlo, son las soluciones, y esas no están de momento a nuestro alcance.
    Y nos surgen estos dilemas tan dificiles de solucionar, el valor de la vida, la muerte, las circunstancias. Como diria Ortega y Gasset «Uno es el y sus circunstancias».

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Por Lluis Montoliu, publicado el 4 octubre, 2020
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